sábado, marzo 31, 2018

Vivir y/o beber según Hiriart
























Poco a poco he abarcado la bibliografía de Hugo Hiriart, por otro lado no muy abultada. Se ha convertido en un escritor al que aprecio desde que leí Disertación sobre las telarañas, libro que me lo presentó como escritor peculiar, de esos que trabajan no tanto para el pragmatismo del conocimiento sino para las delicadezas del placer especulativo. Lo mismo hallé en La naturaleza de los sueños y en El arte de perdurar, títulos que ratificaron mi admiración por el también autor de Galaor, premio Xavier Villaurrutia 1972.
En estas vacaciones acomodé libros y saltó uno breve que no había leído: Vivir y beber (Cal y arena, México, 1989, 91 pp.), del mismo Hiriart. Es, éste sí, un libro con fleco pragmático, si se puede decir así, un alegato descarnado contra el infierno de la dipsomanía. Hiriart “es” alcohólico, así que conoce a fondo el laberinto en el que nos interna. Entrecomillé el verbo no porque al momento de escribir el libro siguiera bebiendo, sino porque, como lo sabemos y queda confirmado en estas páginas, el alcoholismo es una dependencia sin orillas, de suerte que el alcohólico es alcohólico aunque deje de beber. Esa es, precisamente, una de las claves de su salvación: aceptar que jamás está salvado, que una copa puede desencadenar la recaída en el abismo si es que alguna vez se ha logrado escapar de él.
Con una sinceridad a quemarropa, Hiriart articula Vivir y beber en tres capítulos planteados en formato de respuesta a las siguientes preguntas: “¿Qué pasa?”, “¿Qué podemos hacer?” y “¿Para qué?”. En el primero expone brutalmente la realidad del bebedor enfermo; cuando en efecto lo es, no hay remedio, lo es y poco a poco incrementará sus dosis y perfeccionará sus estratagemas para conseguir alcohol hasta terminar abatido por el trago si antes no aparece el remedio desarrollado en el segundo apartado: tras alguna crisis casi terminal puede llegar la postergada aceptación de la enfermedad y el consecuente acceso de la ayuda, como participar en algún grupo de Alcohólicos Anónimos. Un eje de la “conversión” está en no anticipar el futuro, en que el alcohólico no piense si beberá mañana, pasado mañana o dentro de un año, sino en acatar la regla simple y desafiante de no beber en el presente exacto, en el hoy. En ¿“Para qué?”, Hiriart describe la razón última a la que aspira el destierro del trago; aunque suene cursi, dice, el objetivo es que el espíritu del alcohólico se desarrolle sin la tortura, la culpa y la autodestrucción a la que se precipita si no frena a tiempo.
Libro claro, sincero y contundente, Vivir y beber es otro buen motivo para dialogar con Hugo Hiriart.