Poco a poco he abarcado
la bibliografía de Hugo Hiriart, por otro lado no muy abultada. Se ha
convertido en un escritor al que aprecio desde que leí Disertación sobre las telarañas, libro que me lo presentó como
escritor peculiar, de esos que trabajan no tanto para el pragmatismo del
conocimiento sino para las delicadezas del placer especulativo. Lo mismo hallé
en La naturaleza de los sueños y en El arte de perdurar, títulos que
ratificaron mi admiración por el también autor de Galaor, premio Xavier Villaurrutia 1972.
En estas vacaciones
acomodé libros y saltó uno breve que no había leído: Vivir y beber (Cal y arena, México, 1989, 91 pp.), del mismo
Hiriart. Es, éste sí, un libro con fleco pragmático, si se puede decir así, un
alegato descarnado contra el infierno de la dipsomanía. Hiriart “es” alcohólico,
así que conoce a fondo el laberinto en el que nos interna. Entrecomillé el
verbo no porque al momento de escribir el libro siguiera bebiendo, sino porque,
como lo sabemos y queda confirmado en estas páginas, el alcoholismo es una
dependencia sin orillas, de suerte que el alcohólico es alcohólico aunque deje
de beber. Esa es, precisamente, una de las claves de su salvación: aceptar que
jamás está salvado, que una copa puede desencadenar la recaída en el abismo si
es que alguna vez se ha logrado escapar de él.
Con una sinceridad a
quemarropa, Hiriart articula Vivir y
beber en tres capítulos planteados en formato de respuesta a las siguientes
preguntas: “¿Qué pasa?”, “¿Qué podemos hacer?” y “¿Para qué?”. En el primero
expone brutalmente la realidad del bebedor enfermo; cuando en efecto lo es, no
hay remedio, lo es y poco a poco incrementará sus dosis y perfeccionará sus
estratagemas para conseguir alcohol hasta terminar abatido por el trago si
antes no aparece el remedio desarrollado en el segundo apartado: tras alguna
crisis casi terminal puede llegar la postergada aceptación de la enfermedad y
el consecuente acceso de la ayuda, como participar en algún grupo de
Alcohólicos Anónimos. Un eje de la “conversión” está en no anticipar el futuro,
en que el alcohólico no piense si beberá mañana, pasado mañana o dentro de un
año, sino en acatar la regla simple y desafiante de no beber en el presente
exacto, en el hoy. En ¿“Para qué?”, Hiriart describe la razón última a la que
aspira el destierro del trago; aunque suene cursi, dice, el objetivo es que el
espíritu del alcohólico se desarrolle sin la tortura, la culpa y la
autodestrucción a la que se precipita si no frena a tiempo.
Libro claro, sincero y
contundente, Vivir y beber es otro
buen motivo para dialogar con Hugo Hiriart.