A mi ver, tres son los deportes más arraigados en La Laguna:
el futbol, el beisbol y la lucha libre. El tercero es, lo sabemos, un deporte
que acusa gran teatralidad, pero no deja de ser, cuando es ejercido con rigor,
un asunto que demanda capacidades físicas considerables. Ahora bien, pese a que
el beisbol fue poco a poco desplazado como deporte más popular en ambos
costados del Nazas, no ha perdido arraigo y sigue teniendo afición y practicantes
sobre todo en nuestra zona rural y semirrural. No es por ello extraño que todos
los ejidos tengan su equipo y que de pequeñas ciudades como Matamoros,
Tlahualilo y San Pedro salgan peloteros tan buenos como nuestras sandías o
nuestros melones. A la hondura del arraigo debemos sumar la presencia, casi
ininterrumpida por décadas, de pelota profesional, lo que da un toque
genuinamente beisbolero a nuestra región.
Parte del arraigo se debe en gran medida a los logros
obtenidos décadas atrás por el Unión Laguna. Sin duda, la presencia de esta
franela en la comarca nos fijó en el contexto nacional como zona de beisbol. De
tal pasado habría que destacar, sin duda, el primer campeonato del UL alcanzado
en 1942 bajo la batuta del cubano Martín Dihígo, pelotero ilustre del beisbol
mundial.
Como tantos acá, de la grandeza de Dihígo sólo me quedaba la
envidia de no haberlo visto jugar. Me quedaba esa envidia y a retazos una fama
que ha crecido año tras año en conversaciones que aquí y allá lo mencionan como
lo que fue: un monstruo. Mi padre lo vio, por ejemplo, y alguna vez me dijo que
era un pelotero de no creerse. Porque lo vio era posible afirmar, sin titubeos,
que Dihígo fue el beisbol de carne y hueso, una especie de Maradona o Pelé con
bat, guante y pelota. Siempre quise, pues, acceder a más información sobre
aquel cubano que al parecer no cabía en la lógica del beisbol, pues lo mismo
pichaba que bateaba con porcentajes de escándalo.
El vacío de información confiable quedó subsanado este jueves
22 de marzo cuando asistí a la presentación, en el auditorio del Museo Regional
de La Laguna, de Martín Dihígo “El
inmortal” (Plaza Editorial, Columbia, SC, EUA, 2017, 275 pp.) del
periodista cubano Gilberto Dihígo. En la mesa estuvieron el autor, Juan Antonio
García Villa, Aarón Arguijo, Enrique Huevo
Romo y Horacio Ejote Piña, quienes
coincidieron en afirmar que el de Matanzas fue un pelotero total que además,
por si fuera poco, amó a La Laguna. Sólo me quedó pensar, como se lo dije a
Édgar Salinas, que la comarca adeuda un parque de pelota al iluminado Martín
Dihígo. Sería justo develar esa placa.