En diez años, horas más, horas menos, he ido armando algunos
libros a los que quiero como padre y al mismo tiempo, sin falsa modestia,
considero algo satelitales en mi producción. Lo son porque han sido armados a
la vera de mis cuentos —que son lo que más me estimo aunque interesen poco—,
muchas veces como resultado de compilaciones previamente publicadas en la
prensa. El procedimiento ha sido más o menos el mismo: publico dos, tres,
cuatro, diez textos de un determinado tema en el periódico o en revistas y
luego, cuando les noto cierta unidad temática, escribo una tanda más para
cuajar todo en un libro. Así pasó con Callejero
gourmet: un día escribí tres textos sobre comida popular lagunera y los
demás, hasta completar veinte, salieron con la clara intención de consumar un
libro uniforme.
Pasaron los años, más de diez, y en la computadora acumulé pues
muchos libros de ese tipo, de entre 70 a 120 páginas cada uno. Nunca tuve para
ellos la intensión de molestar a ningún posible auspiciador, sino editarlos e
imprimirlos en tiradas cortas y con mis propios recursos. En 2017 me hice el
plan, por ello, de publicar uno al mes hasta completar doce en una colección
que maliciosamente denominé Harakiri, pues de antemano sabía que se trataba de
un sereno suicidio. En enero salió Callejero
gourmet; en febrero, Este desfile
atónito, y en marzo se alejó la nube autopresupuestal. Hasta diciembre de
2017 pude tener el tercero, Entre las
teclas, y en febrero de 2018 un diccionario que titulé Tolvanera de palabras, breve pizca en el habla de La Laguna.
Como ya señalé, los tirajes han sido pequeños y yo los he
pagado. Los dos primeros libros, por ello, se han agotado, lo cual no implica
ningún mérito dado lo exiguo del racimo. El tercero y el cuarto acaban de
salir, así que no los he movido. Fue simple la pregunta que me hice antes de
organizar esto: ¿por qué publicarlos? Y la respuesta a la que llegué me ha
aclarado el camino. Mientras los libros permanecen en la computadora, uno no se
compromete a terminarlos. Cuando se abre la posibilidad de publicarlos en
papel, así vayan a ser cien ejemplares, la situación cambia. El papel exige
otra mirada, el papel compromete. Y en ésas me veo por estos meses, terminando
proyectos inconclusos.
Hoy, por cierto, presentaré Tolvanera de palabras. Será en el Teatro Centauro de Ciudad Lerdo a
las 6:30. La entrada es libre y habrá libros de regalo. Organizan la Dirección
de Culturas Populares, Indígenas y Urbanas Unidad Regional Durango, el ICED y
el ayuntamiento de Lerdo.