Fui invitado por la
revista de la Liga de nuestro futbol a opinar sobre la marcha del equipo
lagunero. No sé, nadie lo sabe, cómo seguirán los albiverdes en las jornadas
venideras, las de cierre, pero hasta ahora todo lleva a pensar en Liguilla y
algo más. Comparto un fragmento de lo que opiné al respecto:
Santos Laguna está de
vuelta. Tras el último campeonato y la salida de Pedro Caixinha, los Guerreros
pasaron algunas temporadas en las que quedaron mucho a deber. Tan inestables anduvieron
que en una de ellas, con el Chepo de la Torre en el timón, su mejor y más
recurrente resultado fue el empate, es decir, la medianía. La afición local,
por ello, no sabía si llorar o reír, si resignarse a quedar fuera de las
liguillas o soñar con mejores horizontes. Esta incertidumbre se hizo tan
profunda que creó una especie de maldición santista frente al arco de los
rivales: los laguneros llegaban y llegaban, siempre con peligro, pero no
anotaban, nunca anotaban, de ahí que las igualadas se fueron convirtiendo en sus resultados más
recurrentes, y ya se sabe que con empates no se puede aspirar a mucho.
Felizmente, todo parece
haber cambiado en la temporada corriente. Hoy, de la mano de Robert Dante
Siboldi, Santos Laguna parece haber regresado a sus mejores momentos como equipo
complicado de visitante y casi imposible de local. Creo ver en dos zonas este
retorno a la calidad y a los buenos resultados. Por un lado, la contratación
del Gallito Vázquez fue lo mejor que
pudo suceder a los Guerreros. Este jugador es clave para que se dé el
funcionamiento general. Es un jugador-bisagra entre la defensa y el ataque, el
punto de inflexión entre ambas líneas. Vázquez no sólo tiene solvencia como
recuperador de balones. Más importante que esto es su capacidad nata para dar
pausa, para pensar la jugada por venir. Como medio, quizá no es el mejor para
la defensa ni el mejor para el ataque, sino un jugador que lo mismo defiende
con seguridad y ofende con cerebro. Cuando el balón pasa por él, conoce los
misterios del ritmo, sabe retrasar si ve complicaciones y asimismo sabe hallar
al compañero mejor colocado para emprender ofensivas peligrosas. Este jugador,
por todo, vino a facilitar el trabajo ofensivo de Oswaldo Martínez, quien a
partir de la llegada del Gallito, y ya
distendido de las tareas de recuperación, luce más sus capacidades como
organizador.
Otra zona renovada es
la ofensiva. Santos Laguna tuvo llegada en la época de la empatitis, pero no
gol. Entre la mala fortuna y la desconfianza, tanto Furch como Rodríguez y
Djanini no atinaban, por más oportunidades que tuvieran, a anotar. Era una
especie de maldición. Pero cuando un engrande de atrás funciona bien, los de
adelante tienen más posibilidades de trabajar en el mismo sentido: asentada la
defensa con Izquierdoz y Araujo, notablemente sólida la contención con el Gallito, suelto el creativo Martínez,
los agresores tenían que dar resultados, y lo que pasó ya lo sabemos: el
argentino, el uruguayo y sobre todo el caboverdiano han comenzado a producir
tantos por racimos.
La afición lagunera ha
respondido con entusiasmo a la convocatoria de los triunfos. No es para menos.
Desde el amanecer del clausura 2018 el equipo de casa ha pintado de verdiblanco
los primeros lugares de la tabla general y tal parece que habrá buena liguilla
en la comarca del río Nazas. Pero soy de los que nunca desata carnavales pese
al advenimiento de los triunfos, pues en más de una ocasión he visto que del
plato a la sopa se echa a perder un torneo por malas rachas o exceso de
confianza. Asegurada o no la fase de liguilla, Santos Laguna debe jugar igual,
con el mismo compromiso, y los aficionados responder en las tribunas con
alegría, ciertamente, pero sin la fanfarronería del que cree poderlo todo, pues
cuántas historias de frustración no hemos visto luego de soñar el triste sueño
de la invencibilidad. Más vale, en un torneo tan corto y complicado como el
mexicano, tomar las cosas con calma, siempre. Los laguneros sabemos de la
derrota y el peligro de los descensos, así que nos alegramos sin desbaratarnos
ante el buen momento que pasan los Guerreros. Sólo anhelamos que ojalá sigan
así.