Hace
noventa años, el 9 de agosto de 1927, nació en Huinca Renancó, al sur de la
provincia de Córdoba, Argentina, mi amigo y maestro David Lagmanovich. Debido a
que desde su niñez fue a radicar a San Miguel de Tucumán, él se consideraba de
allí, tucumano. Se doctoró en Lingüística por la Universidad de Georgetown, en
Washington, y ejerció como maestro en universidades de Estados Unidos, Brasil,
Alemania y, por supuesto, Argentina. Publicó una abultada cantidad de artículos
y más de treinta libros divididos en ensayo, poesía y microrrelato, género del que es uno de los decanos en teorizarlo e
historizarlo. Culto, amable, generoso. David es, para mí, un dechado de
académico que lejos de enclaustrarse mira al mundo con deseo de mejorarlo. Para
eso publicó tanto: para divulgar la literatura y la música que a él lo
conmovían. Entre muchos de sus amigos menciono sólo a dos muy famosos: Cortázar
y Sábato, y en más de una ocasión tuvo el privilegio de acompañar a Borges
cuando Borges hacía tours como conferencista en EU. Para mí, por todo, fue un
lujo conversar con él tres veces en persona y mantener una
correspondencia electrónica que duró poco más de diez años y dejó un saldo de,
calculo, cerca de 500 cartas. David murió el 26 de octubre de 2010. Como muchos
de sus amigos latinoamericanos, norteamericanos y europeos, siempre lo tengo
presente y aún me sigue orientando cuando lo releo en libro o en carta. Aunque
yo esté lejos, me considero parte de la Asociación Literaria David Lagmanovich
organizada en Tucumán por mis amigos Ana María Mopty, Mónica Cazón, Liliana Massara, Rogelio Ramos
Signes y Julio Estefan,
entre otros.
La foto que acompaña este post se la tomé a David en la plaza principal de Tucumán hacia mediados de 2007.
La foto que acompaña este post se la tomé a David en la plaza principal de Tucumán hacia mediados de 2007.