Alguna
vez platicaba con un experto en ratas (sin metáfora) y me explicó que esos
bichos tienen una capacidad de adaptación digna de cualquier asombro. Tal
competencia la muestran en todo momento, por eso son ubicuas y prácticamente
indestructibles. Por ejemplo, si no tienen buena comida a la mano, pueden
recurrir a papel, a madera y hasta a polímeros, no sé; si una rendija es muy
estrecha, son capaces de achiclarse (o sea, convertirse en chicle) para
ingresar como si fueran una plasta de pintura en movimiento; si hay que trepar,
tienen virtudes escalatorias casi circenses. En suma, son uno de los animales
más capacitados por la naturaleza para encarar cualquier desafío y aguantar
cualquier adversidad.
Más
allá de que a ciertos políticos se les asocie con ellas (en México casi a
todos), es evidente que en el PRI se encuentran los ejemplares de mayor
capacidad y por ello han llegado a noventa años sin sucumbir pese a que sus
resultados son, por decir lo menos, desastrosos. ¿A qué se debe esto? Como en
el caso de las ratas, a su poder de adaptación, a que ante ningún reto se
quedan a la expectativa, pasivas y en espera del desastre. Nada de eso. El PRI
es un partido que se achicla, que como plastilina ha ido reconfigurando su
organismo frente a las necesidades que le plantea la realidad por él
deteriorada.
Cuando
topó, en 2000, contra un muro opositor que parecía indestructible, se adaptó
(comió plástico) a “la transición” con Fox y Calderón, y volvió gracias a ellos
en 2012, lo que significó una catástrofe de magnitud todavía incuantificable.
Ahora, luego del previsible papelón de EPN y su pandilla, es un partido
impresentable, con un tercio de la simpatía electoral (su núcleo duro y los
despistados que nunca faltan) que sólo necesita dos o tres mutaciones para garantizarse
seis años más de poder. Una de ellas ya la “instrumentaron” (este asqueroso verbo
me recuerda a las épocas de Miguel de la Madrid) con el cambio de sus estatutos
para que un “simpatizante”, casi no se nota quién, pueda ser presidente. Luego
vendrán las alianzas con el Partido Verde, los Chuchos y otras rémoras que
elevarán aunque sea un piquito el tercio ganador, y tutti contenti.
El
caso es adaptarse, como las ratas en estricto sentido, para no sucumbir y
seguir haciendo de las suyas como las ratas en este caso con metáfora.