miércoles, agosto 23, 2017

Leer para atrás












“Yo leo cosas viejas. Yo ya releo. Otras veces, leo. Pero más releo. (…) en general leo para atrás”, dijo Juan Sasturain en una entrevista reciente. Como él, muchos gustamos del nado en albercas ya conocidas, pues eso es, de alguna forma, releer: echar un clavado en piscinas cuya agua hemos braceado con anterioridad. ¿Y por qué es así? ¿Qué no son infinitos los libros publicados después de que ya leímos? ¿Vamos a dejarlos a un lado?
Creo que releer no necesariamente margina el acto de leer. Yo releo, o leo para atrás, como dice Sasturain, pero también leo tanto como puedo. En ambos casos se trata de un placer similar, no exactamente el mismo. Al releer reconozco, revivo una experiencia. Con frecuencia me llevo la sorpresa de que lo releído vuelve a gustarme, y también con frecuencia, gracias al olvido, siento que estoy leyendo por primera vez lo releído. Ocurre que los vagos recuerdos que quedan de un libro visitado hace treinta años, digamos, no dejaban entrever su calidad, una calidad que resucita con la relectura. También sucede lo contrario: que el recuerdo sedimentado hace de tal o cual libro un gran libro, y los años, la experiencia, en suma las pérdidas y las ganancias de la vida, provocan una reacción negativa en el presente y modifican el pasado. Releer también destruye.
Y hay algo más. Uno relee por la misma razón por la que escucha la música que lo sedujo en su juventud. Al hacerlo no sólo entramos en contacto con la canción o la página que en el pasado nos atraparon, sino con la época en la que eso sucedió. Si no es un libro clásico —esos libros que leemos con “previo fervor”— puede ser que el reencuentro con el pasado sea más hondo, ya que en las páginas hay marcas, gestos, pequeñas circunstancias que nos remiten a un pasado compartido. Un ejemplo podría verse en la literatura de Revueltas. Si ya de por sí fue de difícil acceso en su momento, lo es más ahora, dado que su mirada (la del escritor durangueño) no se corresponde con la de cientos de autores actuales. Me refiero a lo más evidente, que los personajes de Revueltas tienen actividad política, y por ello una actitud peculiar ante la vida. Hoy es difícil, por no decir imposible, que un joven autor construya personajes revueltianos. Sus atmósferas y sus tramas no podrían “politizarse”. Estamos en otro momento, la percepción cambió mucho, y eso lo nota un lector viejo, un lector que relee.