Urgido
por la legítima necesidad de arrimar simpatizantes, Morena ha abierto sus puertas
a cualquiera que lo solicite. Esto ha permitido la llegada de muchos hombres y
mujeres genuinamente inconformes y esperanzados, y de otros tantos que ven en el
joven partido una renovada oportunidad para hacer business. En cualquier caso Morena la tiene peliaguda: si se
cierra, será acusado de sectario, de coto exclusivo para unos cuantos elegidos;
si se abre, como lo ha hecho, será tildado de ligero y permisivo, con las
consecuencias que ya vemos: nuevos militantes cuyo expediente no permite
vislumbrar más que problemas. Morena está entrampado, pues, en una disyuntiva
rumbo al 2018, y aunque ha optado por el camino de un aperturismo
indiscriminado, tiene todavía tiempo para rectificar con dispositivos que
permitan, al menos, una selección rigurosa de sus candidatos.
Si
ya Yunes Linares había filtrado algunos audios que no sirvieron para reverenda sea
la cosa, la extrema laxitud de Morena a la hora de acoger adeptos ha provocado
ahora el primer gran torpedo en su contra: el video de la candidata Eva Cadena
recibiendo mazos de billetes muy enfáticamente donados a López Obrador. Algunos
opinólogos de la prensa nacional, como Loret, analizaron el peculiar documento,
pero un experto en política y un puberto podrían llegar a la misma conclusión:
el cuatrito tiene tanta facha de cuatrito que no resiste ni la visualización
completa del video. Cuando, desde el principio y con el fin de que quedara buen
registro fílmico de la maniobra, la persona que entrega la plata procede fajo
tras fajo y reitera que todo es para López Obrador, uno termina por pensar que
en el mejor de los casos la diputada de Morena es una tarada y los amateurs que
produjeron el video requieren asesoría urgente de Cuarón o de González
Iñárritu.
A
estas alturas, por otro lado, es increíble que no se hayan afinado los reflejos
políticos de Morena y de su líder ante la frecuencia de esos golpes. AMLO debió
declarar, en efecto, que la mafia en el poder y blablablá, pero también espigar
algunas palabras, así sea tenuemente autocríticas, sobre la necesidad de
examinar a sus militantes, principalmente a quienes aspiran a alguna candidatura
o son ya candidatos.
Aunque
se han gastado y ya, por flagrantemente distorsivos, son poco verosímiles, los madrazos
de esta índole seguirán. La fiesta apenas comienza.