sábado, septiembre 10, 2016

Diario













Trabajar en bienes raíces tiene siempre algunas desventajas: 1) se negocia con clientes de dinero y por ello caprichosos; 2) se depende de los vaivenes del mercado inmobiliario; 3) hay que mostrar casas y locales a las horas más inoportunas, y 4) se gana bien sólo después de mucho tiempo acreditando el nombre o la marca del corredor. También tiene, es innegable, algunas ventajas: 1) pueden cerrarse buenas ventas simultáneas; 2) ya con prestigio obtenido es posible contratar empleados y sólo recibir las comisiones, y 3) como uno conoce el negocio, con el tiempo es posible comprar, vender o rentar lo propio. No me quejo, pues, pese a que he tenido malas rachas. Entre los beneficios de este giro profesional está uno más pequeño, pero beneficio al fin. Parte de los bienes que tengo en casa son un plus de los bienes raíces. Por ejemplo mi cama de caoba. Cualquiera que la vea pensará que me costó un dineral, y no, la obtuve gratis. Estaba en la alcoba de una casa que vendí, y era del abuelo del joven dueño, quien la heredó; al momento de cerrar su trato pregunté qué hacíamos con esa inmensa cama, y el muchacho me dijo sin mayor conflicto: “Yo me voy a Nueva York, haga lo que quiera con ella, tírela o quédesela”. Y me la quedé. Y así ha pasado con otros objetos de valor: un mesón, dos libreros, dos candiles, muchos libros, un hermoso biombo y hasta una tina de baño de estilo porfirista, todo gratis porque sus dueños estaban urgidos de vender la propiedad, no los vejestorios que había dentro. Pero no todo es buena presa. Hoy acabo de vender una propiedad y en ella quedó un buró desvencijado, polvoso y lleno de papeles. Según la dueña, era de su hermana fallecida seis meses atrás. Había un diario y comencé a hojearlo. Me asombró. Con letra arrebatada pero legible, la mujer había diseñado un plan tan macabro como descabellado: aniquilar a toda la humanidad. Sí, así como se oye: aniquilar a toda la humanidad. El título no mentía, y el contenido menos. Por supuesto, a medida que volví las hojas noté que era un apretado racimo de sandeces que hoy conservo solo como curiosidad. No es común hallar proyectos de este inmenso calibre. Todo por los bienes raíces.