Me
dolía, pero traté de no doblarme. Fue un monólogo, pues ella sólo se miraba las
manos y con sus dedos y sus largas uñas jugueteaba con las dos pulseras.
Tartamudo, titubeante, no sé de dónde me salió valor para decir que así había
sido todo. Perdona si te hago llorar —le dije—, perdona si te hago sufrir, pero
es que no está en mis manos, pero es que no está en mis manos, me he enamorado,
me he enamorado, me enamoré. Como pude le expliqué que yo no sabía de tristezas,
ni de lágrimas ni nada que me hicieran llorar. Le dije que yo sabía de cariño,
de ternura, porque a mí desde pequeño eso me enseño mamá, eso me enseño mamá,
eso y muchas cosas más. Cada vez más triste le dejé claro que yo jamás sufrí, que
yo jamás lloré, que yo era muy feliz, que yo vivía muy bien, que yo vivía tan
distinto, algo hermoso, algo divino, lleno de felicidad, que yo sabía de alegrías,
la belleza de la vida, pero no de soledad, pero no de soledad, de eso y muchas
cosas más, y que yo jamás sufrí, yo jamás lloré, yo era muy feliz, yo vivía muy
bien. Luego hubo un triste y prolongado silencio, y lo interrumpí: perdona si
te causo dolor, perdona si te digo adiós, le dije, y luego pensé: “¡Cómo
decirle que te amo, cómo decirle que te amo, si me ha preguntado, yo le dije
que no, yo le dije que no!”. Sabía yo que aquello era terrible, pero fui
sincero y le dije que yo quería ser honesto con ella y contigo. La razón era
muy sencilla, y también se la dije: a ella la quiero y a ti te he olvidado, si
tú quieres, seremos amigos, yo te ayudo a olvidar el pasado, no te aferres, ya
no te aferres a un imposible, ya no te hagas ni me hagas más daño, ya no.
Seguí, yo ya no podía parar, y a quemarropa le disparé otras palabras: hasta
que te conocí vi la vida con dolor —le dije—, no te miento: fui feliz, aunque con
muy poco amor y muy tarde comprendí que no te debía amar. Ella lloraba ya, y yo
también. Hubo otro silencio hasta que hablé de nuevo. Se lo dije casi como reproche:
tú bien sabes que no fue mi culpa, tú te fuiste sin decirme nada y a pesar que
llore como nunca ya no seguías de mi enamorada, luego te fuiste ¡y qué
regresabas!, no me dijiste y sin más nada, ¿por qué? No sé, pero fue así, así
fue…