sábado, septiembre 03, 2016

Adiós












Me dolía, pero traté de no doblarme. Fue un monólogo, pues ella sólo se miraba las manos y con sus dedos y sus largas uñas jugueteaba con las dos pulseras. Tartamudo, titubeante, no sé de dónde me salió valor para decir que así había sido todo. Perdona si te hago llorar —le dije—, perdona si te hago sufrir, pero es que no está en mis manos, pero es que no está en mis manos, me he enamorado, me he enamorado, me enamoré. Como pude le expliqué que yo no sabía de tristezas, ni de lágrimas ni nada que me hicieran llorar. Le dije que yo sabía de cariño, de ternura, porque a mí­ desde pequeño eso me enseño mamá, eso me enseño mamá, eso y muchas cosas más. Cada vez más triste le dejé claro que yo jamás sufrí, que yo jamás lloré, que yo era muy feliz, que yo viví­a muy bien, que yo vivía tan distinto, algo hermoso, algo divino, lleno de felicidad, que yo sabía de alegrías, la belleza de la vida, pero no de soledad, pero no de soledad, de eso y muchas cosas más, y que yo jamás sufrí, yo jamás lloré, yo era muy feliz, yo vivía muy bien. Luego hubo un triste y prolongado silencio, y lo interrumpí: perdona si te causo dolor, perdona si te digo adiós, le dije, y luego pensé: “¡Cómo decirle que te amo, cómo decirle que te amo, si me ha preguntado, yo le dije que no, yo le dije que no!”. Sabía yo que aquello era terrible, pero fui sincero y le dije que yo quería ser honesto con ella y contigo. La razón era muy sencilla, y también se la dije: a ella la quiero y a ti te he olvidado, si tú quieres, seremos amigos, yo te ayudo a olvidar el pasado, no te aferres, ya no te aferres a un imposible, ya no te hagas ni me hagas más daño, ya no. Seguí, yo ya no podía parar, y a quemarropa le disparé otras palabras: hasta que te conocí vi la vida con dolor —le dije—, no te miento: fui feliz, aunque con muy poco amor y muy tarde comprendí que no te debía amar. Ella lloraba ya, y yo también. Hubo otro silencio hasta que hablé de nuevo. Se lo dije casi como reproche: tú bien sabes que no fue mi culpa, tú te fuiste sin decirme nada y a pesar que llore como nunca ya no seguías de mi enamorada, luego te fuiste ¡y qué regresabas!, no me dijiste y sin más nada, ¿por qué? No sé, pero fue así, así fue…