Roberto
aceptó ir a la casona porque le gustaba Lily. No sabía por qué a casi todas las
mujeres les daba por disfrutar historias de terror, pero aprovechó esa
inclinación para acercarse y ver hasta dónde podía llegar con ella si es que
ella quería llegar a cualquier punto con él. A Lily le habían pedido en la
carrera un cortometraje y tuvo la ocurrencia de escribir un guion
pretenciosamente gótico, casi tan disparatado como un vidoclip. Un día
lo citó en el café para compartirle el proyecto, pues en teoría a Roberto le
apasionaba el cine y algo podía agregar al éxito del corto. Esa misma tarde
quiso decirle que todo sonaba absurdo, que la oscuridad, las telarañas
artificiales y ciertos efectos de sonido no bastaban para producir espanto,
pero prefirió guardarse los comentarios, elogiarla por la fluidez de la pequeña
trama y alentarla a "filmar". Lily le informó que ya había reunido al
equipo que la ayudaría. Consiguió un camarógrafo (que también sería el editor),
un músico, cuatro actores, una vestuarista, un maquillista y un asistente de
dirección (su hermana). Roberto no sintió un átomo de identificación con el
proyecto, pero Lily le gustaba y no podía quedar al margen. “Si quieres, yo
hago la foto fija”, le dijo. “¿Y qué es eso?”, respondió ella. “Es la fotografía
que se hace mientras filman. Las imágenes son un detrás de cámaras y
también son útiles para la publicidad que luego se hará de la película, como se
estila en las superproducciones”. Lily quedó encantada con las bondades
atribuidas a la foto fija, y aceptó. Pasada una semana llamó a Roberto para
convocarlo a una reunión con "el equipo". En la junta él notó
que todos eran muy jóvenes, casi preparatorianos. Desbordaban atención,
camaradería, el entusiasmo más o menos habitual de quien encara una gran aventura.
Uno de ellos, el de mejor pinta, haría el papel protagónico y fue quien
participó más en el diálogo con Lily. Llegó el día del rodaje, un sábado. La
directora-guionista los había citado en una casona abandonada, aterradora sólo
en el sentido polvoriento de la palabra. La grabación comenzó, todo anduvo bien
y Roberto tomó fotos hasta que sucedió lo inesperado. El guion original no
indicaba que al protagonista se le aparecía una fantasma vestida con deliciosas
mallas de bailarina y algunos velos. Lily hizo esa modificación del clímax, y
ella, por supuesto, a falta de otra actriz, actuó la escena. Como en las peores
telenovelas, hubo un largo beso final entre el protagonista y la fantasma
exprés. Roberto siguió en la foto fija, como se estila en las superproducciones.