Cuando
un escritor recibe la encomienda de entresacar piezas de su obra con el fin de
armar una antología, el libro resultante suele llevar el apellido “personal”.
La antología personal —que a mí me gustaría llamar, mejor, “selección personal”
para evitar el sutil gesto de soberbia que supone la palabra “antología”— es
entonces una especie de automutilación: al elegir, el autoantólogo elimina
partes de su propio espíritu encarnado en textos que por alguna razón no dan el
ancho o no alcanzan a decir mejor que otros lo que el escritor/seleccionador cree
que él mismo es. El producto de esa poda es la antología personal, una especie
de autobiografía perfilada oblicuamente, un espejo de mano.
Nadia
Contreras (Quesería, Colima, 1976) ha trabajado sobre sus numerosos poemas con
el objetivo de definirse en aquellos que a su juicio la retratan con mayor
precisión. El resultado es Cumplimiento
de la voluntad, hermoso título para un libro que expresa una esencial y conciente
profesión de fe literaria, poética en este caso, que desde ya podemos describir
como vocación de superviviente.
Autora
de Presencias, Caleidoscopio, Visiones de
la patria muerta, Pulso de la memoria, El andar sin ventanas, entre otros
libros de poesía, ensayo y relato, en Cumplimiento
de la voluntad Nadia Contreras agrupa varios de sus poemas y permite
apreciar, de un vistazo, que la esencia de su voluntad ha estado puesta al
servicio de una minuciosa captación de instantes que a su vez han sido asideros
para seguir en pie.
Miniaturista
del tiempo, Nadia Contreras toma entre sus manos —que es tomar entre su versos—
aquellos flashazos de vida que a la larga son o serán la memoria. Somos lo que
recordamos, y lo que recordamos es una coruscante sucesión de momentos que en
este caso, gracias al poema, quedan resguardados, protegidos, galvanizados
contra la corrosión del olvido y sirven luego como báculos para mantenerse con
vida.
La
poeta, atravesada por el azoro, observa el exterior y se lo apropia, lo
problematiza en su sangre, y clava el pasado no para regodearse en la
nostalgia, en lo perdido, sino para reverdecer el presente, para volver a la
plenitud de la existencia en el hoy.
Años después, dejo de tomar en serio
los capítulos de mi vida.
Quiero vivir.
Vivir es el término que más se acerca
a mi propósito.
Heredera
sin aspavientos de la Nin, la Plath, la Pizarnik y la Peri Rossi, a quienes
tributa homenaje en alguna de las páginas que componen Cumplimiento de la voluntad, Nadia Contreras es, como aquéllas, una
escritora que proviene del deporte extremo conocido como introspección, ese
buceo en agua profunda que permite apreciar, de golpe y sin mayor equipamiento,
que en el fondo todo ser humano es un superviviente de los demás y, sobre todo,
de sí mismo:
Soy yo la que se desgaja,
la que una mañana despertó en mitad
de las sombras
y al abandono
logró sobrevivir.
Cumplimiento de la voluntad, Nadia Contreras, Secretaría de Cultura de Coahuila, colección Arena de poesía, Saltillo, 63 pp.