Finalmente
se han apoderado de todo. O de casi todo, pues es aceptable que han dejado
algunas migajas sólo para presumir que dejan algo, lo que de alguna manera es
otra forma de tener.
Son
dueños de la Presidencia de la República, de la Cámara de Diputados y de
Senadores. Son dueños de la Secretaría de Hacienda, del Banco de México, de la
Secretaría de Comunicaciones y Transportes, de la Secretaría de Turismo, de
Energía, de Agricultura, de Trabajo, de Medio Ambiente, de todas. Son suyas las
gubernaturas de todos los estados y de todos los municipios, les pertenecen las
subsecretarías, las direcciones, las delegaciones. Son dueños del aire, la
tierra y las aguas de la nación, de los yacimientos metalíferos y de los hidrocarburos.
Les
pertenecen el sistema de salud y el educativo, el deporte olímpico, los bosques
y los desiertos, las carreteras, los ríos y los peces que nadan en esos ríos,
los árboles y los pájaros que llegan a esos árboles. Son dueños de las leyes,
de la Procuraduría General de la República, de la Suprema Corte de Justicia,
del Instituto Nacional Electoral, de los medios de comunicación, de la Secretaría
de Relaciones Exteriores, del Sistema Nacional de Investigación. Son suyos los
partidos con mayor representación en las Cámaras, las embajadas, los
contralores, los agentes de tránsito. Se apoderaron del tráfico de drogas, de
los cárteles y sus escondrijos.
Son
propietarios de las autodefensas, de las asociaciones civiles. No hay policía
en el país que no sea suyo, e igual lo es toda la Secretaría de Gobernación.
Les pertenecen los principales noticieros de televisión y decenas de periodistas,
los sobornos, el papel, la propaganda oficial en cualquier soporte, los bots.
Es suya la cultura, el esparcimiento serio y frívolo, la educación especial,
las pensiones. Son dueños del reloj político, de la moneda, de los productos
básicos, de los programas sociales, de los indígenas, de los campesinos, de los
obreros, de las guarderías.
Son
propietarios de las aduanas, del espionaje, de los retenes, de los granaderos,
de los barcos y los aviones, de los tanques y de los fusiles, de los cuarteles
y de las cárceles. Son suyas las concesiones, los permisos, las prórrogas, las
órdenes, los indultos, los castigos y los premios. Les pertenece la fuerza, o
sea, la Marina y el Ejército.
Como
en el juego de la perinola, sólo les gusta el “toma todo”.