La
argumentación me recuerda aquella entrevista de Loret a Mario Marín. Sin
piedad, como siempre cuando dialoga con un político que permanente o
temporalmente no está en la burbuja de protección, el conductor del noticiero
se lanzó a la yugular del góber Precioso. El hoy ex gobernador de Puebla
negó que su voz fuera la del audio en el que dialogó, lo recordamos, con el
empresario Kamel Nacif sobre el tema Lidia Cacho. La prueba era irrefutable,
había sido filtrada y todos la dimos por buena, pero bastó que Marín enmarañara
un poco el asunto para que aquello terminara en show, sin castigo para este
político que hoy goza de libertad y fortuna.
Por
eso, imaginemos, ¿qué hubiera pasado en caso de que un encargado de
comunicación de la Presidencia o uno de sus segundones hubiera cometido el
error de dejar una prueba de audio, video o papel sobre la injerencia del
gobierno en el caso Aristegui-MVS? Para empezar, esto es un disparate. Toda
proporción guardada, es como pedir que la instrucción para acabar con Colosio
tuviera una evidencia documental con sello y firma, o como suponer que
cualquier otra orden comprometedora deja en el camino un reguero de membretes
institucionales. Pues no: no hay firma de Echeverría que testimonie su mano
negra en el caso Excélsior-Scherer,
pero a estas horas ni el más destrampado de los locos se atrevería a sostener
que LEA estuvo al margen de aquella operación.
En
casos como el de Aristegui-MVS y la presunta injerencia de EPN no queda otro
camino que leer la realidad y hacer obvias conjeturas. Tal vez de manera atrabancada,
desbordada y frontal, sobre todo en las redes sociales, hubo una explicación
inmediata del conflicto: “Fue el Estado”. Esto, como siempre, sirve a los articulistas
alineados para generalizar (en el mejor de los casos) y para mofarse (en el
peor): “El pueblo bueno, como es habitual, dice casi unánimemente que fue el Estado”.
La
mala noticia es que no sólo “el pueblo bueno”, de suyo impulsivo y facilista,
sospecha en esa dirección. Igualmente, muchos académicos y periodistas ven la
cola del chamuco debajo de la cortina. No pueden asegurarlo, pero por lo menos
han enderezado conjeturas que instalan la posibilidad de alguna presión oficial
para desaparecer del mapa MVS a la periodista y su equipo de colaboradores.
Por
si fuera poco, varios medios importantes del mundo (The Guardian, The Washington Post, la BBC…) han cubierto la nota y
sobra decir que suponen lo mismo. No sé si esto sea suficiente para dar cierta
validez a la conjetura o esos medios también son parte del “pueblo bueno”.