En
México decimos “voladito” al niño que luego de hacer una gracia pública es
aplaudido y luego no cesa sus intentos por repetir la hazaña: divertir de nuevo
a la concurrencia. El resultado, claro, es lamentable: el niño insiste tanto
que es necesario frenarlo: “Ya, no seas voladito”, le indica su madre. Ese niño
voladito y desconocido para mí es un poco el Gabriel García Márquez que a
principios de los setenta entrevista al Pablo Neruda recién premiado con el
Nobel.
El
testimonio está en YouTube como “Gabriel García Márquez entrevista a
Pablo Neruda”,
y llegué a él como uno llega a tanta información en la red: por vagabundeo internético.
El diálogo fue producido, todavía en blanco y negro, por la televisión chilena.
Lo introduce y lo cierra un locutor que habla en cámara lenta y tiene un
extraordinario dominio de la torpeza retórica. Si uno resiste las palabras
preliminares o simplemente las brinca, al fin aparece lo bueno o se ahorra
tiempo valiosísimo y llega rápido a los figurones.
Luego
de ese preámbulo saludablemente omitido comienza pues la entrevista, insólita
para mí, entre los dos tótems latinoamericanos. Neruda se había agenciado el
Nobel en 1971 y a García Márquez le faltaban como diez para que la Academia
Sueca se lo diera. Por lo que se puede ver, u oír, mejor dicho, Neruda tiene ya
en ese momento una gran admiración por el narrador colombiano, quien para
entonces mantenía intacta la imagen de triunfador que de hecho ya no perdió
desde el 67, cuando apareció Cien años de
soledad, hasta que murió, en 2014.
La
conversación es amable, sencilla, nada complicada por referencias culteranas.
En uno de sus pasajes ambos confiesan que de alguna manera apetecen ser el
otro: García Márquez dice que como novelista sabe que su narrativa tiende a
poetizar, y Neruda subraya que su poesía no tiene miedo a ser atravesada por
cierto impulso narrativo. El chileno observa algo que vale la pena destacar:
dice que envidia a los novelistas, que lee muchas novelas, que le hinca el ojo
incluso a las policiales y que, para él, la novela es “el bistec de la literatura”,
es decir, la parte más fuerte del platillo.
Lo
mejor es ver “en vivo” esta entrevista y aguardar su sorpresivo y jocoso final.
De paso podemos sonreír ante la mesura y la madurez de un Neruda ya cabalmente
cuajado y un García Márquez algo imprudente, un poco en la pose de genio
voladito que asume el escritor cuando la fama lo invade demasiado joven. El
colombiano, claro, pronto abandonó ese estilo. Ya no requirió de la pedantería
cuando la gloria le cayó encima.