Ninguna
fiscalización mexicana goza de cabal independencia, del margen de operación que
le permita, en efecto, auscultar imparcialmente y encaminar sanciones. Todo
esto se mueve con hilos, los hilos del poder, así que en el mejor de los casos
los ciudadanos sólo vemos algún señalamiento que jamás pasa a mayores, alguna
observación menor y, cuando la cosa está que arde, algún chivo expiatorio de
baja monta.
Por
eso no dejó de ser una pachanga la designación de Virgilio Andrade Martínez
como secretario de la Función Pública, un guiñol muy mal disfrazado de zar
anticorrupción. Lo primero que me vino a la mente, y en este sentido me guié
por la inevitable impresión de botepronto, es aquella frase de Juan Belmonte:
“Para ser torero, primero hay que parecerlo”. Confieso que más allá de
cualquier segunda y necesarísima consideración, el señor Andrade no da ni
siquiera lejanamente el gatazo de zar anticorrupción, y en un país como el
nuestro, tan dado a la corrupción, para empezar, y a las reacciones basadas en
la facha del pelao, dudo que el nuevo secretario haga temblar siquiera a los cuicos
que abusan del charolazo.
Así
el abarrote, la primera misión del secretario recién elevado a los cielos del
gabinete será menos que un sketch de
Jojojorge Falcón. Se supone que “En
su nuevo puesto será el responsable de investigar si hubo o no conflicto de
interés en las compras de casas que Peña Nieto, su esposa Angélica Rivera y el
secretario de Hacienda, Luis Videgaray, hicieron a empresas contratistas del
gobierno federal, según lo anunció el propio mandatario”.
Bueno. Digamos que suspendemos por un momento la
suspicacia y no le hacemos caso al humor necesariamente involuntario; digamos
que creemos en la objetividad del señor Andrade; digamos que en verdad hace
valer el sueldazo de secretario y decide portarse como los merititos perros;
digamos que de verdad indaga pistas y cruza la información y consulta con
homólogos extranjeros y después de todo eso llega a conclusiones terribles: el
presidente, su esposa y su secretario más poderoso salen de la investigación más
sucios que las papas. Digamos todo eso y luego pensemos qué sucedería, qué
reacción tendrían el patrón, la señora del patrón y el brazo derecho del patrón.
Yo sí sé qué pasaría. Nada, pues de antemano entendemos
que en este caso es imposible suspender la incredulidad. Todos sabemos de
antemano que Andrade está, dicho con las sabias palabras del inmortal Canaca, “amarrado
como puerco”.