sábado, noviembre 15, 2014

El verbo encapsular













Músculo, partícula, aurícula, película, molécula, cápsula son palabras derivadas del latín. Tienen en común, como su sonoridad lo insinúa, el sufijo "ulus", que es diminutivo. De ahí que “músculo” sea “ratoncito” (por el parecido de ciertos músculos con el ratón o mus en latín, y de ahí mouse, en inglés), partícula-partecita, aurícula-orejita, película-pielecita, molécula-molecita (o pequeña mole) y cápsula-cajita. Ya pasado a una función verbal, el sustantivo cápsula es encapsular, o sea, introducir en una cajita. Echo esta maroma etimológica nomás para describir gráficamente que muchas autoridades y mucho comunicadores han hecho o querido hacer eso con el conflicto de Ayotzinapa: encerrarlo, meterlo en un recipiente muy pequeño, encapsularlo en el ámbito local.
El propósito de la medida es, claro, salpicar lo menos posible al gobierno federal, específicamente a Peña Nieto. Si lo ocurrido con los estudiantes se limita al entorno de Iguala, o a lo mucho al estado de Guerrero, el gobierno federal sale incólume de todo esto. Lo extraño del caso es que, vistas las manifestaciones de repudio, es posible que en su percepción el ciudadano le atribuya corresponsabilidad, de manera que en esto quedan involucrados los tres niveles de gobierno. Ahora bien, en la lógica de cualquier culpa compartida es muy frecuente que el acento de la acusación recaiga en el hermano mayor, de ahí que las autoridades federales sean hasta el momento las más enfáticamente señaladas como responsables.
Cierto que cayó el gobernador, cierto que agarraron a la bien sembrada pareja Abarca-Pulido y cierto que muchos funcionarios y comunicadores se han afanado hasta el hartazgo por encapsular la masacre, pero en los hechos muchos mexicanos se niegan a creer, se niegan incluso a pensar siquiera que en todos estos atropellos sólo participaron actores municipales y estatales. Así sea por omisión o dilación se afirma, en el más benévolo de los casos, que el gobierno federal encabezado por Peña Nieto también debe ser señalado, responsabilizado.
Hay otra razón de peso para no aceptar el encapsulamiento de la tragedia igualense: los signos aledaños de descomposición, el contexto. Si el crimen múltiple se hubiera dado en medio de un país en armonía, muy probablemente sería verosímil la versión que ha puesto en marcha el gobierno mexicano: Ayotzinapa fue un negrito en el arroz, un percance de alcance meramente local. Pero la tragedia se ha dado entre muchas otras de semejante dimensión, cuando la de Tlatlaya todavía está fresca, cuando Michoacán continúa en llamas, cuando Tamaulipas sigue como siempre y cuando muchos otros focos de descomposición son signos evidentes de que algo anda no mal, sino pésimo.
Circunscribir el crimen al entorno local, meterlo en una cápsula y pensar que mediáticamente, a fuerza de insistencia, se impondrá la certeza de que el actual gobierno federal actuó bien, es en esta circunstancia un disparate que sólo refleja la incapacidad del mismo gobierno a la hora de hacer justicia y servir con ella a la ciudadanía. Hace rato que la situación no está para eso y, sin embargo, mientras se reparten culpas y se maniobra con el control político de daños, el agravio, ya de por sí grave aunque hayan buscado encapsularlo, empeora.