Se
requería un trabajo fino y expedito de investigación y procuración de justicia
y lo que ha resultado es una tragedia (no comedia) de equivocaciones,
dilaciones, invenciones, distracciones y desmarcaciones como pocas veces se ha
visto en el gran teatro de la desgracia nacional. Pasó un mes y en lugar de
tener resultados ciertos e incontrovertibles sólo hay indicios borrosos, un
enroque gubernamental, un Peje expiatorio y una rueda de prensa para anunciar
con bombo y flatillo el Plan Nuevo Guerrero. En suma, el mismo libreto, la
misma tonada que garantiza el eterno retorno al eterno retorno del drama
mexicano.
Antes
de saber que Rosario Robles —con toda su secretaría a cuestas— iba a ser
destinada a deambular con celeridad por los caminos del sur, pensé que la
quebradora del asistencialismo no iba a ser aplicada en este momento, con el
ring tan caliente. Erré. Todo fue que se cumpliera un mes para poner en marcha
un Plan, el Nuevo Guerrero, que por el flamante adjetivo da la impresión de que
gracias a las despensas de Rosario en realidad habrá algo “nuevo”, no sólo un
adjetivo pegado con engrudo al nombre de la entidad azotada por todos los
azotes imaginables.
Sabía
que era probable la aparición de la Sedesol en aquellos rumbos, pero
ingenuamente creí que tal presencia sería descarada, de nulo tacto político,
incluso ofensiva si pensamos en la vinculación real y simbólica que tiene esa
dependencia con el reparto de migajas. Pero erré: la Sedesol aterrizó en Guerrero
y lo hizo con un Plan cuyo nombre, insisto, parece un sarcasmo imaginado por un
loco: porque ¿cómo puede la presencia coyuntural de una secretaría convertir en
“nuevo” un estado con cánceres terminales? Si es así, ¿por qué no lo renovaron
hace dos años (o veinte, o treinta o cuarenta) y ahora sí lo hacen? La
respuesta cae sola: Ayotzinapa.
“Como parte de esa estrategia, la titular de
la Secretaría de Desarrollo Social (Sedesol) informó que el próximo jueves
habrá una reunión de organización entre integrantes de todas las áreas y
dependencias involucradas en el Plan Nuevo Guerrero. Conforme a la ruta de
acción trazada, a partir del próximo lunes habrá juntas de evaluación con el
gobernador, los delegados federales y subsecretarios de todas las dependencias”.
Por eso digo que es una burla, un empleo momentáneo del extintor que en nada
ataca las causas profundas de la combustión que hoy padece la entidad, a saber,
la pobreza y la corrupción (en el orden que queramos darles).
Tan pasajera y
epidérmica es “la solución” que miren nomás: “También por instrucciones del Ejecutivo
federal, el subsecretario de Desarrollo Social y Comunitario de la Sedesol,
Javier Guerrero, vivirá permanentemente en Guerrero, al menos hasta diciembre,
para poner en marcha esta estrategia, detalló Robles Berlanga”. O sea, “vivirá
permanentemente” pero nomás hasta diciembre, pues el gobierno federal tiene
confianza en que para esas fechas de amor y paz a los hombres de buena voluntad
ya esté templado el perol o, quizá, por qué no soñarlo, Guerrero renovado a
punta de despensas y discursos.
Mientras, pues, el mundo admira atónito que no
es atendido el clamor para que aparezcan con vida los normalistas desaparecidos
y, al contrario, cada día parece alejarse una respuesta sin embrollos ni
maquillajes, hoy somos testigos, una vez más, hasta que el país quede por fin
erosionado, del migajeo como política de Estado.