No sabía
que Juan Sasturain andaba en México. Se apersonó, según leo, en la Feria
Internacional del Libro en el Zócalo, donde dialogó con Taibo II sobre, claro,
literatura. A Sasturain lo conocí en 2007, en la FIL de Guadalajara, y ya era
lo que sigue siendo: uno de los mejores escritores argentinos de este tiempo.
Desde entonces he ido sumando lo que he podido de su obra, lo que he hallado a
merced, aunque no precisamente en México. Tengo pues parte de lo que ha escrito
en tres géneros: cuento, novela y artículo periodístico. Para nosotros lo más
fácil es leerlo mediante la prensa, pues es colaborador habitual de, sobre
todo, Página/12. Allí, mediante
internet, podemos calar su buena prosa, sus siempre ingeniosos enfoques de la
realidad, como aquel deslumbrante correlato titulado “Lionel Messi, autor del
Quijote” (búsquenlo y verán que no exagero; trata sobre el “plagio” de Messi al
más famoso gol de Maradona).
Apenas
hace unas semanas, en el puente propiciado por los días llamados “patrios”, leí
de un jalón Los sentidos del agua,
espléndida novela escrita en clave humorístico-policial. Lo asombroso (esto
puedo presumirlo muy poco, dado que mi vista ya anda cascabeleando) fue que me
la eché, como digo, de dos sentadas, y eso que no es un libro tan breve. ¿Qué
pasó, entonces? Pues que la prosa de Sasturain, ágil y poética a un tiempo,
aunada a las bondades de la anécdota que allí cuenta y a la administración del
suspenso, facilitan el hechizo.
Este
autor estuvo o está, pues, en nuestro país, y ayer, en entrevista para La Jornada, habló sobre la lectura, uno
de esos beneficios personales y sociales que lamentablemente está en peligro de
extinción. No es, obvio, infrecuente que a los escritores les pregunten sobre
la lectura. De hecho, es tan común como la pregunta “¿en qué se inspira usted para
escribir?”. Con gusto leo que Sasturain no da recetas, o da una sola, la única
importante: que leer es o debe ser una forma del placer, una manifestación más,
entre las muchas que hay, de la alegría ingresando a nuestras vidas.
Quienes,
por cualquier razón, leemos, sabemos que la dualidad lectura/placer es
fundamental, indisociable. De hecho, no podemos concebir ese acto como una
obligación o como un castigo; ni siquiera, incluso, como una pose para lucir muy
fufurufos así nomás, sino como una experiencia casi sinonímica de la felicidad.
El énfasis, entonces, de cualquier recomendación, campaña o propuesta de
fomento a la lectura debe estar puesto en el placer, no en las abominables
amenazas que a veces son infligidas a los no lectores, ésas que los condenan al
infierno de la ignorancia o les prometen un futuro sin progreso. Ciertamente,
no leer a veces acarrea consecuencias de esa índole (sobre todo de la primera,
la ignorancia), pero es peor, a mi juicio, o casi peor, no informar que leer
puede servir acaso, quizá, es posible, para añadirle un poco, aunque sea un
poco, de alegría a nuestra apaleada existencia.
“La
pregunta es si somos lectores habituales, ¿por qué lo somos? Porque nos gusta y
encontramos placer en hacerlo. Primero leí, porque disfruté de ello y quise
seguir leyendo porque encontré en el ejercicio de la lectura un modo de placer.
Hay muchas formas de placer, y la lectura es básicamente un acto placentero”, apunta
Sasturain.
El
escritor argentino abunda sobre la lectura y las nuevas tecnologías, e insiste
que la naturaleza de esta práctica debe inclinarse en primer término al hedonismo.
Todos los otros beneficios, que los hay, vendrán por añadidura. Así entonces, a
refrenar en las escuelas y en los hogares y en los medios de comunicación la
inquisitorial noción de la lectura obligatoria y destacar el otro enfoque: la
lectura placentera que por serlo puede convertirse en simple y cotidiana
alegría.