Un mensajito de Gilberto Prado Galán me enteró el domingo 5 de
enero sobre la muerte de Nelson Ned. Yo estaba regando mi jardín, eran como las
once de la mañana, y lo primero que pensé fue lo obvio: oír de nuevo al impresionante
brasileño, a ese hombre que se impuso a su condición para, con su voz, convertirse
en un símbolo de la canción —llamada “romántica”— en Brasil, en América Latina
y quizá más lejos.
Al hablar de Nelson Ned lo más sencillo es caer en lo que ya
caí. Si bien eso es lo que a todos se nos ocurre en automático, quiero insistir
en que no se trata de una enfermedad, sino de una condición diferente que como
en cualquier otro caso merece absoluto respeto y, si es posible, solidaridad.
Me asombra y me conmueve, no necesariamente en este orden,
el caso de Nelson Ned. Mientras la humanidad ha confinado a los hombres de su
condición al espacio de la risa, él, dotado de una voz notable, peculiar,
inconfundible, supo abrirse paso en la adversidad y conquistar la admiración de
muchas, de muchísimas personas. Con unos huevos que ya quisiera el más pintado,
Nelson Ned aparecía en los escenarios no para buscar el humor con machincuepas
grotescas ni para chantajearnos con
nada, sino para hacer que con su voz despertaran emociones a partir de letras
sencillas, muchas de ellas ya integradas al cancionero familiar
latinoamericano.
Nunca fue mi cantante favorito, pero he de reconocer que, para mí, en la voz de ese pequeño ser humano estaba toda la fuerza y la
vitalidad del querido y admirado pueblo brasileño, casi como si en esa
entonación nasal cupiera condensada, al menos para mí, insisto, toda una
cultura.
Salvo uno o dos, no aprecio sus temas legendarios. Me gustan
en grado superlativo, eso sí, canciones de perfil más bajo, menos famosas en su repertorio. Les
comparto una breve antología nacida de mi arbitrario gusto, es decir, de la que
más me agrada en adelante:
“Todo
pasará”. Es una letra sencillísima, de apenas tres estrofitas. Me gusta
cómo arremete el estribillo, un vendaval luego de la calmosa y breve
introducción.
“Déjenme
si estoy llorando”. Aquí logró lo que parecía imposible: encarar esta letra
mejor que Germaín. Oigo con atención la palabra “nostalgia” y me encanta cómo
la pronuncia, muy aportuguesada, con la “g” como atragantada por la emoción.
Tremenda.
“Angustia”.
Este viejo y espléndido bolero (cantado alguna vez por Los Panchos, Javier
Solís y Bienvenido Granda, entre otros) le queda bárbaro a Nelson Ned; hagan de
cuenta que fue compuesto para que lo cantara él.
“¿Quién
eres tú?”. Uno de sus temas emblemáticos, sin duda. Ninguna antología, por
apresurada que haya sido su hechura, podría excluirlo. Lo más cachondo que
alguna vez cantó.
“A
pesar de todo”. Otra de sus representativas. Imprescindible en un top five como éste.
Ahí queda pues la voz de Nelson Ned. Para mí, la tesitura de
Brasil, como ya dije. Y no es poco decir.