jueves, enero 09, 2014

El inmenso Nelson

















Un mensajito de Gilberto Prado Galán me enteró el domingo 5 de enero sobre la muerte de Nelson Ned. Yo estaba regando mi jardín, eran como las once de la mañana, y lo primero que pensé fue lo obvio: oír de nuevo al impresionante brasileño, a ese hombre que se impuso a su condición para, con su voz, convertirse en un símbolo de la canción —llamada “romántica”— en Brasil, en América Latina y quizá más lejos.
Al hablar de Nelson Ned lo más sencillo es caer en lo que ya caí. Si bien eso es lo que a todos se nos ocurre en automático, quiero insistir en que no se trata de una enfermedad, sino de una condición diferente que como en cualquier otro caso merece absoluto respeto y, si es posible, solidaridad.
Me asombra y me conmueve, no necesariamente en este orden, el caso de Nelson Ned. Mientras la humanidad ha confinado a los hombres de su condición al espacio de la risa, él, dotado de una voz notable, peculiar, inconfundible, supo abrirse paso en la adversidad y conquistar la admiración de muchas, de muchísimas personas. Con unos huevos que ya quisiera el más pintado, Nelson Ned aparecía en los escenarios no para buscar el humor con machincuepas grotescas ni para chantajearnos con nada, sino para hacer que con su voz despertaran emociones a partir de letras sencillas, muchas de ellas ya integradas al cancionero familiar latinoamericano.
Nunca fue mi cantante favorito, pero he de reconocer que, para mí, en la voz de ese pequeño ser humano estaba toda la fuerza y la vitalidad del querido y admirado pueblo brasileño, casi como si en esa entonación nasal cupiera condensada, al menos para mí, insisto, toda una cultura.
Salvo uno o dos, no aprecio sus temas legendarios. Me gustan en grado superlativo, eso sí, canciones de perfil más bajo, menos famosas en su repertorio. Les comparto una breve antología nacida de mi arbitrario gusto, es decir, de la que más me agrada en adelante:

“Todo pasará”. Es una letra sencillísima, de apenas tres estrofitas. Me gusta cómo arremete el estribillo, un vendaval luego de la calmosa y breve introducción.

“Déjenme si estoy llorando”. Aquí logró lo que parecía imposible: encarar esta letra mejor que Germaín. Oigo con atención la palabra “nostalgia” y me encanta cómo la pronuncia, muy aportuguesada, con la “g” como atragantada por la emoción. Tremenda.

“Angustia”. Este viejo y espléndido bolero (cantado alguna vez por Los Panchos, Javier Solís y Bienvenido Granda, entre otros) le queda bárbaro a Nelson Ned; hagan de cuenta que fue compuesto para que lo cantara él.

“¿Quién eres tú?”. Uno de sus temas emblemáticos, sin duda. Ninguna antología, por apresurada que haya sido su hechura, podría excluirlo. Lo más cachondo que alguna vez cantó.

“A pesar de todo”. Otra de sus representativas. Imprescindible en un top five como éste.

Ahí queda pues la voz de Nelson Ned. Para mí, la tesitura de Brasil, como ya dije. Y no es poco decir.