Imprecisiones, imprecisiones y más imprecisiones, todas
nacidas de un hecho obvio, amigos de El Chanate: no saben qué hacer con el mail
que me mandaron luego de la entrevista en mi oficina. Para taparlo hay que
rizar el rizo una y otra vez, al infinito y más allá. Lo único que hay cierto,
contundente, inobjetable, es esa carta entusiasta a la que me apego para no
usar la estrategia que ustedes emplean: seguir retorciendo dimes y diretes
incomprobables. ¿Se imaginan que yo
comenzara a decir que me dijeron esto o aquello sin tener un solo testimonio
fehaciente de lo que afirmo? ¿Se imaginan que yo, sin pruebas incontestables,
echara a andar, por ejemplo, la peregrina especie de que vinieron a mi oficina
en estado inconveniente? ¿Cómo me vería, qué opinarían? ¿Entienden la
importancia de las pruebas en un caso controversial? ¿No lo entienden? ¿Qué debo
hacer para que entiendan? Me dio gusto, sin embargo, que en la nota de El
Siglo se consigne que vendrá alguien a dialogar conmigo. Ojalá. Ya saben
dónde estoy, en la misma oficina en la que conversamos y de la que salieron tan
gustosos, como se ve claramente en el mail que no quieren releer por más que
sea la única prueba irrecusable en todo este "malentendido".
Adelante, pues; los espero y les deseo mucha suerte.