jueves, septiembre 23, 2010

Cien de la UNAM



He escrito ya, y no me cansaría de repetirlo cada vez que se presente la oportunidad, que la UNAM es la UNAM. Sé como cualquiera que su labor en investigación científica es muy importante, diría fundamental para el futuro del país, pero de eso sé poco y obviamente lo respeto a ciegas, sólo confiado en el prestigio de los científicos que han pasado por sus aulas y sus laboratorios. Lo que conozco un poco mejor, aunque no tan bien como quisiera, es su aportación a las humanidades, el poderoso apoyo que le da a la investigación social y la práctica artística. En eso la UNAM no tiene par en México y es una de las más sólidas en el plano académico internacional, sin duda.
Por eso me alegra que cumpla años, cien ya. Con todo y los defectos señalados en un ejemplar reciente de Letras Libres, la UNAM es un espacio que debemos seguir defendiendo quienes todavía creemos en la educación pública. Como lo muestra Javier Flores en un artículo publicado en La Jornada, algunas críticas contra la UNAM en materia de investigación científica y patentes, por ejemplo, estarían mejor encaminadas si apuntaran al sector empresarial mexicano, pues la tendencia mundial es que las grandes empresas de un país apoyen ese rubro, lo que en México no ocurre pese a que aquí nacieron y viven algunos de los grandes multimillonarios del planeta.
En la hora de los balances que plantean siempre los aniversarios de número cerrado, como el centenario, es innegable que la Universidad ha rendido magníficos servicios al país. Lo aceptemos o no, en esas aulas, en esos corredores, en esas bibliotecas y laboratorios se ha formado una muy significativa cantidad de mexicanos dedicados al conocimiento en todas sus vertientes. De hecho, podemos pensar en cualquier mexicano de mérito, antiguo o moderno, y nos daremos cuenta de que ha sido objeto de estudio en la Universidad y/o pasó por la Universidad como estudiante, maestro o funcionario. Es la UNAM, para acabar pronto, el espacio de la cultura mexicana en el que ha convergido lo mejor del pensamiento nacional y foráneo, el más vigoroso difusor de las ideas en un país no caracterizado precisamente por su respeto al trabajo intelectual.
Así entonces, me alegra el centenario de la UNAM porque es el cumpleaños de una hermana mayor, de una hermana y maestra, de un venero cultural cuya influencia en mi vida se ha dado sobre todo por sus publicaciones. Acá entre nos, soy desde hace muchos años, treinta más o menos, un secreto y orgulloso usuario de muchas de sus publicaciones, obras preparadas e impresas con un respeto mayúsculo por la calidad editorial, como es el caso de la Revista de la Universidad o las colecciones de sus departamentos especializados en literatura. No he pasado por sus aulas, quizá jamás lo haré, pues ya es un poco tarde para intentar emprendimientos escolares, pero sé que la UNAM me ha dado el goce de la cultura que difunde y la autoestima de saber que es una institución respetada por los más exigentes intelectuales del mundo.
Este aniversario debe servir, además, para replantear la necesidad de mejorarla e impedir a toda costa que con sutileza o sin ella sea víctima de intentonas por corroerla. Es bien sabido que los gobiernos recientes, poco afectos a la educación superior pública, han movido hilos para zarandear a la Universidad, para picarle los cimientos sobre todo por el lado de los presupuestos. La UNAM y todos sus simpatizantes, desde cualquier foro, debemos manifestarnos y no permitir que la benemérita institución sea atacada. Con defectos, limitaciones y todo lo que queramos señalar, la UNAM es la casa de estudios más importante de México. Celebremos su centenario y al mismo tiempo soñemos con su fortalecimiento y su vigencia, que por nuestra raza siga hablando su generoso espíritu.

Tony Balquier, in memoriam
Murió ayer Tony Balquier. A sus familiares y amigos, a quienes mucho lo querían y lo respetaban, vaya un abrazo fraterno y respetuoso de mi parte.