Escribo esto unas horas antes de concelebrar el homenaje a Fernando Martínez. Lo que cito aquí, se supone, fue una sorpresa que traté de darle ayer en la noche. Cuento: mientras revisaba Mi nombre es Lluvia, su novela, pensé una y otra vez: ¿es posible un homenaje a Fernando Martínez sin la luminosa presencia de su poesía? Esa pregunta sobrevoló en torno mío durante algunas semanas, y entonces, como en la negra noche que en la famosa canción tendió su manto, surgió la luz: hacía algunos años Fernando me había dado un legajo con sonetos amorosos. De aquel tiempo a la fecha cambié un par de veces de computadora y dejé atrás, extraviados, muchos originales en agónicos discos duros, pero en un “respaldo” creí haber guardado con celo los poemas de Fernando. Y sí, al revisitarlos quedé nuevamente deslumbrado por la belleza de aquellos sonetos y pensé con firmeza en la posibilidad de editarlos. Había poco tiempo ya (menos de diez días), el homenaje se acercaba. Como algunos saben, tengo una pequeña colección de plaquetas apenas iniciada, y en un arranque de temeridad editorial y admiración por la obra poética de Fernando, escribí este prólogo:
“De los géneros literarios encarados por Fernando Martínez Sánchez (Torreón, Coahuila, 1936), su poesía destaca, a mi juicio, con hipnótica fosforescencia. Es, creo, un escritor tocado por la maestría para articular en verso su pensamiento y su emoción, de ahí que por su mano fluyan con extremosa facilidad las imágenes y el ritmo, la música de las palabras vertida sobre la partitura en blanco que es la cuartilla del poeta. Esa es la razón por la que aprovecho el justo homenaje que Martínez Sánchez ha recibido el 20 de febrero de 2008 para mostrar, convocado en este libro, un lote de poemas que hace algunos años tuvo la generosidad de acercarme sin mayor propósito que el de compartir sus ‘originales’, textos ya pulidos y listos para una potencial edición.
Los sonetos reunidos en Al filo de la ausencia han pasado pues un lapso no muy largo, aunque innecesario, de silencio. Los mantuve celosamente hospedados en un archivo digital porque sabía que tarde o temprano se iban a conjugar las circunstancias para darles continente de libro y ofrecerlos al lector. Ese momento ha llegado, y me honra saber que tengo aquí la suerte de difundir estos hermosos sonetos de Martínez Sánchez en ocasión tan propicia: un homenaje, su homenaje.
Quien ingrese a cada una de las 36 piezas convocadas en este libro advertirá que el autor se mueve con excelencia en la arquitectura del poema escrito 'al itálico modo', el modo de Petrarca y Garcilaso; cada una ha sido trabajada con ingenio (en el sentido antiguo de esta palabra) y rigor, tanto que entre todas hacen añicos la infundada aversión que en general se ensaña contra las formas tradicionales de la poesía, en este caso del soneto, molde al que por cierto nunca le bastará, para ser bueno, el metro cuidadoso o la rima creativa; si aspira a llegar más lejos debe sumar el centelleante juego de sentidos (muchas veces quevedesco) que es harto visible en Al filo de la ausencia y que es practicado aquí con la materia prima del amor en todas sus fecundas posibilidades, esas posibilidades que parecen campear a cabalidad en ‘El trigo de tu espiga’, acaso el mejor soneto jamás escrito por un hijo del Nazas.
Vengan ya estos poemas de Fernando Martínez Sánchez, y que cada uno lance sus catorce saetas al corazón de la fortuna literaria”.
Y todo por aquella pregunta: ¿es posible un homenaje a Fernando Martínez sin la luminosa presencia de su poesía? La respuesta es un libro con hermosísimos sonetos; creo que, si los leen, ustedes me darán la razón y festejarán su vertiginoso alojamiento en este receptáculo de papel titulado Al filo de la ausencia.
Y todo por aquella pregunta: ¿es posible un homenaje a Fernando Martínez sin la luminosa presencia de su poesía? La respuesta es un libro con hermosísimos sonetos; creo que, si los leen, ustedes me darán la razón y festejarán su vertiginoso alojamiento en este receptáculo de papel titulado Al filo de la ausencia.