sábado, febrero 09, 2008

Labor indetenible



Hace una semana conversé con Eduardo Holguín y Mario Gálvez Narro sobre la importancia de reconocer el esfuerzo intelectual de nuestros coterráneos. Les comenté que, aunque cualquier esfuerzo es estimable, por supuesto no todos los hombres y mujeres que trabajan con las materias del espíritu obtienen los mismos frutos, de ahí que uno de los parámetros para medir el mérito y evitar apreciaciones subjetivas deba relacionarse no con el grado de amistad, sino con el aquilatamiento foráneo que reciben nuestros artistas, científicos, creadores y demás. No es la única vara, obviamente, pero es muy eficaz para saber quién es quién, de tal manera que se torne irregateable el reconocimiento o necio el rechazo y/o la indiferencia.
Un caso entre varios que siempre he resaltado (no por pura amistad, que no es suficiente, insisto, sino porque los hechos hablan por sí solos) es el del doctor Sergio Antonio Corona Páez. Para empezar, parece que no ha quedado claro a quién nos referimos cuando hablamos de él. En términos profesionales, se trata de un doctorado, es decir, de un académico con el más alto grado de especialización que se puede obtener en el mundo universitario. Sé que eso no es suficiente, pues hoy se da también el caso de doctorados patito (y no se diga de licenciados o maestros), de ahí que debamos profundizar un poco más: y bueno, hallamos en este caso que el sinodal más importante al que encaró Corona Páez es nada menos que el doctor Mario Cerutti, el mayor experto en historia económica del norte de México (s. XIX). Ya con eso damos por descontado que el cronista de Torreón tiene un grado de certificación académica de suyo riguroso, un grado que muy pocos pueden presumir en La Laguna.
Pero poco sirven los títulos académicos si no conllevan resultados científicos y divulgativos. Los de Corona Páez fueron muchísimos en 2007, tantos que aquí no puedo citarlos por completo. Y más allá del número, importa su calidad, como en el caso de sus aportaciones a varios libros científicos auspiciados por instituciones de Sudamérica. Además, esto (y todo lo que contiene su excelente blog de cronista torreonense):
“La misión jesuita de Santa María de las Parras y su impacto en la formación de la Comarca Lagunera”, en Huellas de la Compañía de Jesús en el Noreste de México, Editorial Buena Prensa, Monterrey.
“Producción de algodón en la Comarca Lagunera a fines de la era virreinal y primera mitad del siglo XIX”, en Panorama desde el Cerro de las Noas, Torreón, 2007.
“Presencia del Museo Arocena en Torreón”, en Museo Arocena. Exposiciones temporales 2006-2007, Beta San Miguel, México.
Organizador del XVI Encuentro de la Asociación de Historia Económica del Norte de México, UIA Laguna, Torreón, 11, 12 y 13 de octubre de 2007. Participación con la ponencia “La innovación agrícola y tecnológica en la Comarca Lagunera. Una respuesta encaminada a la satisfacción de la demanda del mercado interregional (vid y algodón)”.
Participación en el coloquio “La independencia en el norte de México” del Instituto de Investigaciones Históricas (UNAM) con la ponencia “La lucha por la independencia y sus repercusiones en el desarrollo del cultivo del algodón en el ‘País de La Laguna’”, Ciudad Universitaria, México, D.F.
Tenemos, en resumen, un cronista de altos vuelos en Torreón. No sé cómo se puede decir lo contrario ante tantas y tamañas evidencias. O sí sé: por simple ojeriza, esa triste excrecencia de la envidia.