viernes, febrero 01, 2008

Intermezzo con mujeres



Un acierto, sin duda, conmemorar dos años de fructífera divulgación con un número, el 11, tan interesante. Me refiero a Intermezzo, “revista mexicana de música clásica”, publicación orgullosamente lagunera y símbolo de los buenos vientos que soplan para el arte del sonido en nuestra comarca. Lo he dicho aquí una y otra vez, pero nunca sobra repetirlo: el arte no es actividad que se desarrolle así nomás, espontáneamente, por la pura voluntad de crear lo que brote del alma humana. Para producirlo, para gozarlo, para entenderlo, se requiere aunque sea una mínima instrucción, de ahí que la labor de los artistas siempre deba ser acompañada por el trabajo de enseñanza que afine la sensibilidad del público, que de hecho construya público.
Así pues, los talleres, las escuelas, los conciertos didácticos y demás son, en el caso particular de la música, bienvenidos. Constituyen el complemento ideal de la exposición artística, de los conciertos en forma, pues nuclean y preparan gradualmente al público, lo enseñan a comprender mejor los secretos de la música. La labor, se sabe, no prospera en un día: años, décadas se deben invertir para que asome a plenitud esa capacidad presente en todo ser humano para asimilar el arte de alto mérito.
En tal contexto, fue imposible no juzgar, al mismo tiempo, de generoso y osado el lanzamiento de Intermezzo. Generoso porque se sumaba a las tareas de divulgación y formación de público; osado porque La Laguna no era, y no es todavía, un sitio, digamos, donde el ansia por aprender música se manifieste en todas partes. El proyecto nació tocando su violín sobre el filo del riesgo, pero con todo y eso ha continuado sus salidas y acaso sin quererlo ya opera en su segundo año de trabajo y tiene en circulación el bimensual número 11.
Y es un número especial, muy creativo, como lo afirmé en el zaguán de estas palabras. Está dedicado a las mujeres en la música, y lo hace con más de diez colaboraciones donde es descrita la importancia del aporte femenino al mundo de la música. Como en el caso de la filosofía (pocos se preguntan si hay filósofas, y sí, las hay), en el de la música parece que su participación ha sido mucha y notable, pese al machismo congénito que aplasta la difusión del talento que no pertenece al sexo masculino.
En este número monográfico de Intermezzo hallamos lo contrario: es entonces un reconocimiento y un recordatorio, la muestra documentada de que las mujeres han estado más cerca de lo imaginable, y con harto talento, entre partituras e instrumentos. Por ello, “Simplemente las hemos olvidado: un recorrido histórico”, escrito por Titus Fontana, hace un sumario de las artistas de la música (por eufemismo y para evitar anfibologías no podemos decir “las músicas”, como sí decimos “los músicos”) que dejaron una impronta y sobreviven a contracorriente de la fama. En un texto no firmado, algo similar ocurre en “La compositora Elisabeth Jacquet de la Guerre”, quien vivió un siglo antes que Mozart y, pasado el tiempo, ya en nuestra época, es considerada un correlato con faldas del prodigio de Salzburgo. “María Malibrán: una diva del siglo XIX” trabaja sobre la figura de una cantante de leyenda nacida en París; el artículo se lo debemos a Linda Haro, jefa de redacción de Intermezzo. He mencionado sólo los tres textos iniciales, y los que siguen cantan en la misma tesitura. Es una labor que merece todo el reconocimiento. A muchos nos parece increíble que esto esté ocurriendo en La Laguna. Qué bueno. Que siga Intermezzo.