La poesía es un atlas en el que todas las zonas de la
sensibilidad humana encuentran acomodo. Su despliegue de temas, formas, ritmos
y, en general, tratamientos da para pensar en un catálogo cuya amplitud desborda
los límites que queramos imponerle. Así entonces, ¿cuál es la materia del hacer
poético? Todo, tanto lo visible como lo invisible pueden hallar acomodo en el
verso y por ello no está afuera, sino dentro del poeta, en su elección, qué
franja de la realidad escoge para convertirla en producto artístico y qué forma
le dará.
De a poco la mirada se queda vacía (Ayuntamiento de Torreón, Colección Viento y Arena,
Torreón, 2022, 69 pp.), segundo libro de Alfredo Castro Muñoz (Torreón,
Coahuila, 1998), es, como Estar de paso,
su primer libro, un viaje, aunque en este caso con un propósito distinto. Mientras
en aquél indagaba en una diversidad de motivos observados para insinuar que
todo puede ser tan asombroso como pasajero, en Da a poco la mirada se queda vacía (título que no ha terminado por
gustarme) hunde su sentimiento, al menos en su primera parte, hasta el hueso de
la desolación sin chantajearnos. La sola evocación de ciertas situaciones
vinculadas con la barbarie nuestra de cada día da pie al estremecimiento, a la
sensación de que hemos estado cercados por la desgracia y el espanto casi hasta
inhabilitar nuestra capacidad de asombro y rabia, como si nuestro costado
sensible se hubiera secado, como si nuestra mirada poco a poco se hubiera
quedado vacía.
Alfredo
Castro Muñoz (Torreón, Coahuila, 1998) es egresado en Ciencias de la
Comunicación con especialidad en Periodismo por la Universidad Autónoma de
Coahuila. Su poesía ha aparecido en distintos medios físicos y digitales como
la revista Acequias, de la Ibero
Torreón, y Estepa del Nazas, del
Teatro Isauro Martínez, así como en los portales Red es
Poder y Bitácora de vuelos. Ha publicado reseñas y artículos para la
revista Siglo Nuevo. En 2022
publicó el poemario Estar de paso. Actualmente
es docente en materias de humanidades para bachillerato. Desde hace seis y tres
años, respectivamente, participa en los talleres literarios del Teatro Isauro
Martínez y de la UAdeC.
Su
nuevo libro, el que hoy nos reúne, ha sido compuesto en dos secciones: la primera
es “Sólo la sangre convertida en espejismos” y, la segunda, denominada de
manera idéntica al título del libro. Sin malquerer a los poemas de la segunda
estancia, me gustan más los de la primera, que es breve. Este par de espacios
es complementado por un apéndice llamado “Notas” que quizá sea prescindible
pues supone, así sea levemente, una información que quizá ni los poemas ni el
lector demandan. En todo caso, si se deseaba una más fácil inteligencia de los
poemas, quizá hubieran servido marcas más enfáticas pero colocadas dentro de
los mismos versos. Las “Notas”, pues, pudieron omitirse, y más la primera, pues
su redacción es menos que deficiente.
Ahora
bien, De a poco la mirada se queda vacía
contiene piezas estremecedoras en su sobriedad formal de verso corto e imágenes
despojadas de retórica. Para marcar la tesitura desgarrada del libro fue harto
pertinente ubicar como pieza de apertura el poema “Italia Inn”. Tal vez en
otros lugares no lo sepan, pero para nosotros ese par de palabras representa el
parteaguas que nos lleva a recordar un hecho siniestro en el que llegamos a la sima
(no es errata) de la seguridad en la región. Aquella noche fatal, como sabemos,
cerca de veinte personas fueron acribilladas en la quinta Italia Inn, donde se
celebraba una fiesta. Los versos del poema hacen un paneo hacia aquel pasado bestial
que nos mancha hasta el presente, de ahí los primeros versos en los que refulge
el adverbio de continuidad “todavía”:
y
todavía se puede escuchar
la
música saliendo de las paredes
el
acordeón que se expande en la memoria
En
“Noche de abril”, el segundo poema, se fija en nosotros la imagen de una foto
abrumadora en su terrible contexto, la de Debanhi cerca de la carretera y en
espera de algo que, en ese momento, ya era la muerte sin que ella lo supiera.
Alfredo Castro enuncia esto con una imagen familiar en la que, finalmente, la desgracia
guarda distancia y se asienta en nosotros sólo como color-luz en la pantalla:
Mi
madre ve la televisión al día siguiente
(sigue
siendo abril y sigue siendo de noche)
qué foto tan triste
me dice
apaga la
pantalla (y se apaga el mundo)
y se va a dormir
Los
poemas se suceden y quedan impregnados de un líquido verbal rojo, como si este
color fuera el más característico de nuestro tiempo. Adrede, el titulado “Mayhem”
instala su mirada en un hecho más lejano tanto en el tiempo como en el espacio,
el suicidio de un cantante del rock ubicado en el llamado “black metal”, vertiente
que, si no me equivoco, se caracteriza por hacer apología adolescente y
teatralizada, por no decir burda, de todo lo que implique el Mal con mayúscula
y representado en figuritas diabólicas y sanguinolentas. La presencia de este
poema puede sentirse como una ampliación del rango espacial y temporal del
libro: las calamidades de la violencia y el derrame de sangre no tienen
fronteras en el mundo.
La
segunda sección es más diversa, sin un hilo conductor visible en lo inmediato,
y en ella incluso aparece un esbozo de sonrisa gracias a un texto, el fraguado
en prosa con el título “El ojo que ves”. Si ya produjo esta pequeña obra
maestra en la más inmediata cotidianeidad, no veo la razón por la que Alfredo
no busque más acercamientos como éste, en pasmada prosa de género difuso. O
también el poema dedicado a Silver King, el luchador lagunero que perdió la
vida en Londres, tema que da pie a Alfredo para encontrar inusitados
paralelismos entre nuestra región y un más allá geográfico.
Felicito
a Alfredo Castro por este nuevo libro. Sé que sus lectores hallarán en él
versos que serán como pinchazos de alfiler en la memoria.
Comarca Lagunera, 26,
enero y 2023
Texto leído en la presentación de De a poco la mirada se queda vacía celebrada el 26 de enero de 2023 en la casona de cantera del Instituto Municipal de Cultura y Educación (Juárez y Colón, Torreón). Participamos el autor, Marco Antonio Jiménez Gómez del Campo y yo. El libro está disponible en el IMCE con la escritora Nadia Contreras, actual responsable de literatura en esa institución municipal.