A
primera vista parece casualidad, pero quizá no lo sea tanto. En estos
demasiados días de confinamiento ha sobrado tiempo para desahogar actividades
que no implican el rebase de los estrictos límites caseros. Un encierro así de
largo, ya lo vemos, tiende a derivar en el aburrimiento, por eso ha sido
necesaria la reafirmación en los hábitos personales y en la invención de otros.
Ya dije en párrafos de otras columnas que mi novedad en el frente ha sido aprender
a editar video tanto como sea posible, aunque sin dejar lo de siempre: leer.
Aquí
es donde, en mi caso, recién descubrí algo al parecer casual. Ciertamente leer
es un hábito reafirmado en estos días, pero ahora reparo en una peculiaridad.
Sin querer, por elecciones arbitrarias, he tomado libros directa o
indirectamente vinculados con el género biográfico. Y cuando las páginas me
fastidian, he saltado varias veces al documental biográfico en video. Comencé
hace dos semanas con una biografía que más bien es auto: la Vida de Diego de Torres Villarroel, un
clásico poco conocido de la literatura española, personaje que al describir su
andanza ha continuado la saga de la literatura picaresca que tan bien les salió
a los españoles. Luego leí una bio de Juan Gelman, el poeta argentino que un
par de veces leyera su obra en La Laguna. En la misma colección, otra de Borges
harto resumida y con una muy buena cronología. Después me inmiscuí en algunas,
no en todas, las Vidas de los filósofos
más ilustres de Diógenes Laercio, un clásico del chismorreo helénico. Luego
releí la breve biografía sobre Mozart escrita por Stendhal, lo que de paso me
antojó a buscar algo de mi biógrafo favorito: Stefan Zweig (a mi hija mayor le
recomendé Fouché, el genio tenebroso que
hace más de veinte años leí por recomendación de Gerardo García). De los libros
he pasado al video de YouTube, pues sigo careciendo intencionalmente de
televisor, y en tal sistema despaché las biografías de García Márquez, Galileo,
Leonardo, Beethoven, Picasso, Miguel Ángel, Newton, Mozart y Perelman, lo que constituye un récord en
mi vida como husmeador en vidas ajenas. ¿Ha sido esto casual? Digo que sí, pero
también puede tener como origen la borrosa necesidad de interactuar con otros,
de saber qué hicieron o qué andan haciendo los genios allá afuera.