Leí Gatica (Galerna, Buenos Aires, 1991),
novela de Enrique Medina (Buenos Aires, 1937) hacia 2004. La había encontrado
por azar en una pequeña librería ubicada en la facultad de Letras de la
Universidad Nacional de Tucumán, a donde asistí para participar en un congreso
literario gracias a la invitación de mi amigo David Lagmanovich, para entonces
ya profesor emérito de la UNT. En alguno de los descansos de aquel encuentro
recuerdo que vagué por los entresijos de la facultad y di sin querer con la
mencionada librería. Allí fue donde la portada brutal (el rictus de un boxeador
recibiendo un derechazo al mentón) llamó mi atención. Era Gatica,
novela de un escritor para mí desconocido en aquel momento. Al leer sus
paratextos (las solapas, la contratapa) vi que tanto el contenido de este libro
en particular como la trayectoria del autor en general subrayaban que Medina no
era ningún improvisado. Al contrario: para entonces ya tenía varias novelas,
libros de cuentos y algunos ensayos. Si a eso le sumaba mi interés por el
boxeo, no dejé que Gatica escapara de mis garras. La compré y,
recuerdo, le hice una lectura apresurada y por tanto superficial en lo que me
quedaba de aquel viaje argentino.
La impresión que me dejó fue muy buena, incluso
puedo decir que de asombro. Lamentablemente, la leí en camiones y trenes, sin
tomar notas, y además con el problema de que se deshojaba por la mala calidad
del encuadernado. Cuando la terminé, quise escribir algo sobre ella, pero
pronto me di cuenta de que debía releerla. Los años pasaron, casi quince, y
hasta diciembre de 2018, hace apenas unos días, ocurrió la muy postergada
relectura. He dicho que al leerla por primera vez me quedó un regusto grato y
sentí que era una historia fascinante y bien escrita. Creo que me quedé corto:
ahora que la he revisitado tengo la impresión de que es extraordinaria, de que
quizá se trata de la mejor novela latinoamericana con tema pugilístico. Tendría
que probar esta afirmación con ejemplos de novelas similares, pero no tengo las
referencias, si es que las hay, como es el caso de una novela del mexicano
Palau. Sé que hay varios cuentos, eso sí, pero es posible que novelas no haya
muchas. Sea como fuere, Gatica no es un flan narrativo. Al
contrario, se trata de un artefacto literario en el que Medina puso en
movimiento un arsenal de pericias para contar la historia de José María Gatica,
apodado el Mono o el Tigre, uno de los boxeadores reales más populares en la
historia argentina.
Como casi todos los deportistas de su tipo, el
Mono provenía de un entorno económico erizado de desventajas. Había nacido en
San Luis, en el interior de su país, y era hijo de una madre que debió alejarse
de su inepto marido. Allí, de hecho, arranca la novela, cuando la madre de
Gatica y sus cinco hijos abordan el tren que los llevará, con una mano adelante
y otra atrás, como se dice, hacia la estación de Retiro en la capital. Luego
viene el ascenso y las caídas.