Es
misterioso el encuentro del escritor con los géneros que formarán parte de su
trabajo. ¿Cuándo ocurre? ¿Por qué? O sea, ¿cómo llega un poeta a darse cuenta
de que es poeta? ¿O cómo llega un cuentista a notar que lo suyo es la narrativa
breve? Y dos casos más raros: ¿cuándo descubre el ensayista que su mundo está
en la crítica o el dramaturgo en la escena? No sé. Lo que sí sé es que en
general eso comienza a despuntar un poco antes de los veinte años. Es allí, por
el rumbo de los 16 o los 17, cuando un escritor vislumbra lo que más le gusta y/o
le acomoda, cuando descubre que su capacidad se orienta hacia tal o cual
género. Por eso ocurre que los primeros libros generalmente delimitan los
géneros con los que el escritor convivirá, razón por la que más allá, por los treinta
o cuarenta años, ese chango ya no podrá aprender maroma nueva. Habrá
excepciones, claro, pero en la generalidad de los casos el escritor se topa
temprano con sus géneros y zafar de allí, luego, resulta casi imposible. Por
eso García Márquez no le hizo a la poesía, y por eso Paz no se arrimó a la
escritura de novelas.
En el
camino de mi trabajo literario no ha faltado que me recomienden escribir en tal
o cual género, como si uno pudiera escribir de todo. Aunque hay algunos casos
de escritores que han intentado trabajar con muchos moldes, el talento no es
tan grande como para ser bueno o al menos decoroso en todos los géneros. Si
esto fuera música, sería como el dominio de un instrumento. Aunque hay músicos
que tocan varios, el verdadero músico es especialista. Esta es la razón por la
que escribir para cine es un coto muy bien delimitado. No cualquiera, pues,
puede hacerlo, como lo demuestra el libro Antes
de la película. Conversaciones alrededor de la escritura cinematográfica
(Conaculta, 2012, 357 pp.), de Ana Cruz. En siete apartados, la entrevistadora
se acerca aquí a 39 personalidades vinculadas de una u otra manera a la
escritura cinematográfica, como, entre otros, Sabina Berman, Guillermo Arriaga,
Paz Alicia Garciadiego y Vicente Leñero.
Ahora que Roma rehidrató el interés por el cine
mexicano sobre México, Antes de la
película es un libro útil sobre todo para quienes quieren dedicarse a
escribir historias cuyo fin es aterrizar en la pantalla.