sábado, septiembre 01, 2018

Inmensidad del Mágico

















Poco a poco, silenciosamente, como una “culebra” que asimismo es el nombre de la jugada que él mejor hacía, se ha ido deslizando en mi vida la querencia por Jorge Alberto González Barillas, mejor conocido como Mágico, Mágico González. Nacido en la capital de El Salvador el 13 de marzo de 1958, por lo que acaba de cumplir sesenta, Mágico milita en mi lista de diez o quince futbolistas imperdibles. Esa lista la encabezan Maradona y Pelé indistintamente, aunque quizá más el primero que el segundo, y crece con Platini, Ronaldinho, Romario, Messi…, y sin duda incluye ya a Mágico González. No importa si otros lo colocan o no en sus propias listas, pero a mí me parece indispensable porque cada vez que reviso en YouTube los videos que de él y sobre él hay disponibles, hallo una suerte de grandeza reiterada: son las mismas jugadas, no tantas como quisiera, pero esas pocas muestran que se trataba de un futbolista con una capacidad técnica deslumbrante, tan grande que no deja de asombrarme pese a los años que lleva en el retiro.
Lo vi por primera vez, como todos los mexicanos, en la eliminatoria para el mundial del 82. Jugaba en la selección salvadoreña y bastaba que tocara el balón para saber que él era toda la selección salvadoreña. Gracias a su talento y su velocidad, un talento y una velocidad que Leonardo Cuéllar jamás pudo alcanzar en la jugada con la que nos echaron del premundial, el país centroamericano pudo llegar a España y allá fue maltratado incluso con goleadas como la de 10 a 1 que le propinó Hungría en el primer partido. El pobre juego de El Salvador no representó el opacamiento del Mágico, quien tuvo pinceladas de futbol que terminaron por llamar la atención del Cádiz, equipo en el que elevó su condición de futbolista a la de mito. Domingo tras domingo durante casi una década, la prensa española —y hasta Maradona, quien andaba por esos mismos años en el Barcelona— destacaba la crónica de los goles o las jugadas del Mágico en el equipo gaditano, y en ocasiones bastaba con un pase, una gambeta o un gesto técnico inusitados para que todos volvieran a coincidir en una afirmación: Jorge González era un jugador superdotado, un tipo con mucho más futbol que el habitualmente concedido a los jugadores de primera división.
La repetición de sus goles y algunas de sus jugadas disponibles en YouTube no dejan mentir. Con Cádiz jugó en dos momentos, interrumpidos en 1985 por su breve estancia en el Valladolid; en el equipo andaluz anotó sesenta goles, algunos de los cuales podemos disfrutar eternamente en las repeticiones internéticas. Destaca uno anotado a los blaugranas: toma el balón a mitad de la cancha, elude rivales a velocidad de flecha y al final vence al portero con un toque de billar. Algunos dicen que no llegó más lejos por vago, por poco ambicioso. Él negaba eso, simplemente argüía, como chico de barrio, que le gustaba la fiesta tanto como el futbol. Tengo para mí que el Mágico es encantador por eso mismo: un genio irresponsable que jugó al futbol profesional para divertir y divertirse, no para triunfar en el más o menos miserable sentido que desde hace varios años tiene la palabra triunfo en el deporte.