Las redes sociales son hoy la pantalla donde se proyecta
buena parte del ánimo ciudadano. Suelen crear, por ello, cierta credulidad en
sus usuarios. En Twitter, por ejemplo, dado que uno sigue cuentas afines, sentirá
que todo se cantea hacia su flanco ideológico, que todo marcha de maravilla
para los nuestros. Se da el caso, incluso, del fanatismo que desorbita la
credulidad y la convierte en redonda estupidez. Ocurre cuando alguien difunde
información (videos, sobre todo) espesa de patrañas flagrantes pero ornamentada
con alguna pátina de seriedad.
No me refiero, pues, aquí, al video chusco o paródico hoy tan
de moda, sino al que se quiere pasar de lanza con sospechoso tono sobrio. Gracias
a esta basura he llegado a pedir, casi a suplicar, que seamos menos laxos a la
hora de estampar un like o retuitear,
pues lo único que hacemos con eso es diseminar falacias. Una buena política,
por ello, sería bloquear a los impulsores indiscriminados de sandeces, hacerles
ver que en el reborujo actual de la comunicación no es pertinente hacer más
ruido.
Sin embargo, a veces no es fácil discernir qué documento
parte de la autenticidad y qué otro es un reptil engañoso. Excluyo de esta
lista los videos dramatizados que buscan con descaro llevar agua a sus molinos
(véase en este momento uno, sin firma y harto idiota, en el que ladrones y
secuestradores piden perdón a sus víctimas tal y como “va a hacerlo ya sabes
quién” con los delincuentes). No, hay otros más sutiles, como uno que vi hace
poco y en realidad es, o al menos parece ser, una extraña vuelta de tuerca en
el mundo de la propaganda negativa. Lo describo.
Un tipo con voz de locutor se graba a sí mismo en su
computadora. Viste una playera blanca muy simple y una gorra de pelotero con el
logo del PRI harto visible. Comienza con un saludo para la comunicadora Martha
Debayle y luego emprende una crítica sospechosamente delirante contra los
opositores de Peña Nieto. Señala que el precio de la gasolina es benéfico para
la salud, ya que la gente camina más y mitiga el problema de la obesidad;
apunta que el precio del dólar es ventajoso ya que si un turista llega y da un
dólar de propina, es mejor que sean 20 pesos y no 14; por último, explica que
el alto precio de la tortilla obliga a que la gente no se haga tacos con dos
tortillas, sino con una, lo que también redunda en una mejor salud.
Este documento es tan grotesco que parece producido por los
enemigos del PRI, aunque en el río revuelto ya no se sabe. Lo mejor, como digo
párrafos arriba, es cerrar la puerta a lo sospechoso, bloquear lo que parezca
no tener abuela.