Sereno, con voz pausada y de excelente timbre, como siempre, el
doctor Enrique Krauze difundió el jueves un video de tres minutos con “una
reflexión sobre el poder absoluto”. Dado que Krauze es Krauze y no va a
portarse como si fuera un vulgar Luis Pazos, la susodicha reflexión no requirió
aspavientos ni palabras fuertes. De hecho, ni siquiera requirió nombres
propios, pues sólo se planteó como breve disquisición sobre una idea: la del
poder absoluto.
“El poder absoluto en manos de una sola persona —señaló el
doctor Krauze— ha dejado una estela de destrucción a lo largo de la historia.
Los ejemplos abundan. En el siglo XX, en Europa y Asia, el poder absoluto
recayó en manos de líderes de derecha e izquierda, fascistas o comunistas, que
destruyeron a sus países y provocaron la muerte de decenas de millones de
personas. En América Latina, el poder absoluto en manos de líderes de derecha e
izquierda, militares genocidas o dictadores revolucionarios, sofocó las
libertades y provocó hambre, desolación y muerte”. Esta introducción nos
instala en lo que, si estamos al menos alfabetizados, ya sabemos: que abundan
los ejemplos de poder absoluto mal usado, brutal en la mayoría de los casos.
También sabemos que han operado en la derecha y en la izquierda (repetido por
él un par de veces: derecha e izquierda), pero en este caso el doctor Krauze no
debe preocuparse de que lo acusemos de parcial, pues sabemos que el abuso operó
en ambos flancos del espectro político.
Lo que viene luego nos instala en el caso mexicano: “En el
siglo XX, en México, el poder absoluto de los presidentes, todos del partido
oficial, tenía al menos el límite de la no reelección, y sin embargo, el poder
absoluto hizo mucho daño. Basta recordar la matanza de Tlatelolco ordenada por
Díaz Ordaz, la represión del diario Excélsior
ordenada por Luis Echeverría, la quiebra del país causada por la administración
de López Portillo y la corrupción impune en tiempos de Salinas. Desde 1997, año
en que el PRI perdió la mayoría en el Congreso de Diputados, ningún presidente
ha tenido poder absoluto en el Congreso. Ni Zedillo, ni Fox, ni Calderón, ni
Peña Nieto”.
Krauze resume entonces que el voto dividido ha viabilizado la
democracia mexicana, sobre todo la libertad de expresión, pues mermó el poder
absoluto al presidente. Lo que pide, entonces, en el fondo, es votar por uno
para presidente y por otros para diputados y senadores, es decir, quizá votar,
si gustan, por su mesías tropical, pero frenarlo en las Cámaras ahora que se ve
venir un carro completo por la vía que Krauze más ha aplaudido y, suponemos,
juzga legítima: la democrática, no la del voto corporativo.