Según
un diccionario etimológico en línea la palabra “socavón” está formada con el
prefijo so-, procedente del latín sub- (por debajo, debajo, prefijo que es muy
visible en las locuciones adverbiales “so pretexto”, “so pena”, “so color”) y el
verbo cavar, que procede del latín cavare (cavar, excavar, ahuecar, hacer
hueco), verbo vinculado al adjetivo cavus
(hueco, excavado, vacío). Contiene además el sufijo aumentativo –on sobre el
verbo socavar (excavar debajo de los fundamentos de algo para dejarlo apoyado
en hueco, sin base y sin apoyo real, y en sentido figurado debilitar a alguien,
minar su moral).
Real
y metafóricamente, pues, México es un socavón. Por eso fue tan atinado el
cartón de Helioflores publicado ayer: el mapa de la república es un agujero
sobre la carretera, un abismo con la silueta de la patria. Ese formidable
agujero ha sido cavado sin descanso por presidentes, secretarios, gobernadores,
directores, senadores, diputados, delegados y demás fauna nociva en contubernio
con empresarios que tienen menos de patriotas mexicanos que Donald Trump.
Sin
ironía es posible afirmar esto: sería fabuloso que los altísimos sueldos de la
mencionada fauna fueran suficientes para aplacar su voracidad. El problema es
que no, que secretarios federales como Gerardo Ruiz Esparza no tienen llenadero
y ahora llegan a los cargos para disfrutar dos dichas: la de gozar el apapacho
de la nómina y la de hacer negocios con la obra pública. Porque negocios son, y
jugosos, los que se hacen para, en teoría, dotar a la población de servicios de
calidad que a la vuelta de pocos años, y ahora de pocos meses, terminan por
evidenciar fallas, material de segunda, deficiente planificación, opacidad en
las inversiones y rigor en los castigos merecidos cuando tal o cual obra enseña
el cobre.
A
propósito del Paso Exprés de Morelos y la exhibidota que dejó en el Paraíso del
Pretexto y la Justificación que es nuestro gobierno, como lagunero no puedo
dejar de recordar el Distribuidor Vial Revolución, obra millonaria que terminó
dinamitada porque sus encargados la ejecutaron como si fuera una maqueta para egresar
de tercero de primaria. Nadie fue castigado, a ningún coahuilense le condonaron
impuestos y todo terminó en dato para la memorabilia de nuestras recurrentes calamidades.
Pasará
lo mismo con el agujero de Morelos. Fue un socavón que se abrió sobre el
socavón que ya es México.