Vi
hace dos días, no sin admiración y reconocimiento, el gesto simbólico de
algunos jóvenes torreonenses armados con cinta amarilla para “clausurar” la
destrucción del torreón erigido hacia 1974 en el origen del bulevar
Constitución. Sin más, Elías Agüero, Carlos Castañón y Aldo Villarreal rodearon
este emblema de nuestra ciudad con la cinta usada para aislar espacios de
manera precautoria. La foto no deja mentir: aunque fueron pocos, es evidente
que les asiste la razón, pues ninguna ciudad del mundo echa por tierra sus
símbolos para justificar el progreso, y menos sin un consenso previo que
legitime las decisiones tomadas por la autoridad.
No
soy urbanista, ingeniero, arquitecto o algo parecido, pero así sea un simple
ciudadano puedo opinar que hay ciertas edificaciones que merecen respeto no
sólo por su diseño, su extensión o su valor en metros cuadrados construidos,
sino por lo que significan en el terreno de lo simbólico. No todo lo que se
levanta sobre la tierra tiene, pues, la misma gravitación en el espíritu de una
comunidad, y eso debería saberlo cualquiera, mucho más las personas que en
teoría velan por preservar la integridad de los bienes públicos. Si esto no
fuera así, hace mucho tiempo que —menciono tres casos emblemáticos— en las
zonas ocupadas por el Big Ben, la Torre Eiffel o el Templo Mayor ya habrían
construido centros comerciales o los grandes estacionamientos que, se supone, hacen
siempre falta en la megaurbes.
Sé
que para quienes sólo saben hacer cálculos monetarios es difícil comprender el
valor de lo simbólico. El torreón moderno es, pese al descuido en el que lo han
tenido muchos años, una obra representativa de nuestra ciudad, además de estar
ubicado en la puerta principal de Torreón, al pie del puente —igualmente
entrañable— del río Nazas. Luego entonces, no hay argumento sensato para
eliminarlo de ese rumbo.
Por
eso adquiere relevancia el gesto cívico de los jóvenes que “clausuraron” el
desmantelamiento, ya que han puesto el acento de su inconformidad en un punto
sobre el que la ciudadanía no mira con atención, distraída como está en los
problemas de la subsistencia cotidiana, pero que si fuera informada/consultada
seguramente no vería con buenos ojos la iniciativa de la autoridad. El
ayuntamiento está a tiempo de parar. Esperemos que así sea.