Hace
escasos lustros, cuatro o poco menos, la capacidad de resguardo escrito y
audiovisual era privilegio de unos cuantos. Sólo ciertas instituciones —o
individuos pudientes y muy obsesivos— podían presumir acervos documentales
dignos de ese nombre. Muchos poderosos, por ello, podían mentir en paz o
contradecirse sin riesgo de ser exhibidos. Si algún candidato, por ejemplo,
prometía algo en campaña y durante su gobierno no lo cumplía, nadie aparecía
con la evidencia escrita o (peor) audiovisual que lo balconeara.
Con
la popularización de las computadoras e internet llegó la posibilidad de que
cualquier hijo de vecino con malicia y curiosidad pueda armar o acceder a todo
tipo de documentos aptos para evidenciar públicamente, sobre todo, a los
gobernantes desmemoriados. Hoy podemos ver una edición casera en Youtube con
Peña Nieto prometiendo con énfasis que no habrá aumento a los combustibles, y
en el mismo video el anuncio y la justificación de los incrementos. También
podemos ver a EPN, sonriente, al lado del prófugo Javier Duarte, o elogiándolo
en televisión, y luego, en el último acto donde coincidieron, con el ex
gobernador de Veracruz mañosamente colocado lejos, ya como apestado, para que
no saliera en las fotos.
Esta
época desbordante de evidencias sobre corrupción y otros excesos no ha tenido
como correlato una respuesta honorable de quienes son pillados con las manos en
la mierda. Antes bien, se han hecho más cínicos, más tercos en la práctica de
un caradurismo que los pinta como especímenes de otra era en la historia de la
impudicia política. Es lo que pienso, sin dudarlo un momento, sobre el cinismo
de Calderón, quien, pese a la gráfica de la revista Emeequis en la se enlistan las abundantes masacres ocurridas
durante su sexenio fúnebre, sigue impulsando la campaña de Margarita Zavala, su
esposa. Si en este país hubiera justicia, una simple imagen, o sea, un poco de
memoria sobre la tragedia nacional que representó el periodo que va de 2006 a
2012, debería ser suficiente no solo para votar por Margarita, sino para
encarcelar de inmediato a su marido. Pero no. Lo que en realidad sucede es que
Calderón goza de su millonaria pensión y, en el colmo del cinismo, quiere de
nuevo la presidencia ahora por la vía conyugal.