Amigos de Milenio Laguna: con esta colaboración reanudo el abordaje de
asuntos no narrativos en la columna. Durante todo este año, como saben, trabajé
en la idea de urdir pequeños relatos, ficciones. Regreso hoy al comentario
sobre libros, medios de comunicación y demás yerbas. Gracias por seguir en
compañía de este espacio.
Hace dos semanas, la revista Literal-Latin American Voices convocó a
varios escritores a proponer sus tres libros favoritos publicados en 2016. Fui
invitado a participar y propuse mi tercia. Entre ellos se encuentra Cartas a Luchting (1960-1993)
(Universidad Veracruzana, México, 320 pp.). Argumenté que sigo y seguiré
creyendo que Julio Ramón Ribeyro (Lima, Perú, 1929-1994) es uno de los mejores
cuentistas latinoamericanos pese a que no ha gozado, ni en vida ni
póstumamente, la exposición de otros escritores. Es un autor al que vale la
pena tener y leer completo así sea silenciosamente, y si bien en 2003 habían
aparecido sus torrenciales diarios (La
tentación del fracaso, Seix Barral, Barcelona, 680 pp.) y el ensayo —para
mí notable— Julio Ramón Ribeyro: cinco
claves de su cuentística de Gerardo
García Muñoz (Universidad Iberoamericana Torreón, Torreón, 115 pp.), falta
mucho por publicar, republicar y estudiar sobre el narrador peruano. Por eso me
dio gusto que la Universidad Veracruzana haya auspiciado la edición de las
misivas enviadas por Ribeyro al alemán Wolfang Alexander Luchting, su promotor,
traductor y agente. Preparadas por Juan José Barrientos, estas Cartas… no son una mera curiosidad
editorial, sino otra puerta de acceso a la apesadumbrada personalidad y buena
parte de la vida cotidiana —nuevas claves para entender mejor su obra— del
autor de Las botellas y los hombres.
Aprecio los libros con correspondencia de
artistas porque son, a su modo, yacimientos de una privacidad reveladora,
archivos para explorar querencias y malquerencias. Hace años comenté que el
mail iba a dificultar la edición de esos libros en el futuro, pues ya pocos
ordenan su correspondencia electrónica. Años después, o sea hoy, es más que
evidente el cambio de panorama: los libros de correspondencia desaparecerán:
Whatsapp y el chat de Facebook les descerrajaron el balazo de gracia.