Yo
también fui joven. Claro, eso ocurrió hace mucho, tanto ya que aquella condición me
parece, quizá porque lo es, del siglo pasado. Siete días después de que cumplí
22 años, es decir, el 31 de mayo de 1986, precisamente un día como hoy, me
gradué de la carrera de comunicación en una escuela de cuya sigla apenas puedo
acordarme: Iscytac. La fiesta se celebró en Los Sauces, un salón que en
aquellos tiempos gozaba de cierto prestigio para desahogar actividades (o
"eventos", como dice la raza) sociales de ese tipo, es decir, bodas,
quincearañas, graduaciones y conexas. Recuerdo que unos días antes de la
ceremonia, cuando mis compañeros y yo planeábamos la fiesta, entre todos
escogimos a quien leería el discurso de egresados. Elegimos, por su buen timbre
de voz, a mi amigo Saúl Vargas, quien ya para entonces destacaba por su
facilidad para leer con una excelente entonación grave. Luego alguien reparó en
el discurso, y como según esto —imagínense nomás— yo ya escribía y hasta
publicaba, entre todos me encomendaron la escritura del discurso. Acepté
convencido de que lo haría bien, aunque por supuesto no lo hice, pues nada de
lo que entonces escribía merece hoy el más mínimo recuerdo. Alguna vez, no hace
tanto, acomodé papeles viejos y por allí saltaron esas dos cuartillas escritas
en máquina mecánica; hoy no sé dónde están, pero no importa. De ellas recuerdo
que contenían los obligatorios brindis por una nueva generación de
profesionistas y blablablá, lo que se estila en tales casos. Pero recuerdo más,
eso sí, que mencioné a Manuel Buendía, el periodista asesinado casi exactamente
dos años antes, el 30 de mayo del 84. Hice pues un elogio del periodismo
crítico y a nombre de todos mis compañeros la promesa acaso exagerada de ser
buenos comunicadores. Luego perdí la pista de casi todos, salvo de dos o tres,
como Adrián Valencia o Margarita Morales, con quienes todavía coincido en la vida
real o mediante el mail o las redes sociales. Hoy entonces, hace treinta largos
años, salí de comunicador y en esto sigo no sé si bien o mal, pero sigo.
martes, mayo 31, 2016
Treinta años de comunicador
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