Hace
diez, quince años, me prometí escribir sobre el periférico que une a Torreón,
Gómez y Lerdo, el famoso “libramiento”, cada vez que por alguna razón debía
atravesarlo. Creo, pues, que al menos llevo escritos y publicados tres o cuatro
textos sobre ese paso de la muerte, una de las “vialidades” —así les dicen
ahora— más peligrosas que vieron los pasados años y verán los venideros. Pues
bien, ayer tuve la desgracia de volver a recorrerlo y aquí me tienen,
cumpliendo mi vieja promesa.
¿Qué
decir sobre ese largo trecho lleno de acechanzas para el conductor, el ciclista
y el transeúnte? Todo, menos elogios. Desde que lo recuerdo ha sido lo mismo:
una especie de monstruosidad pasada de contrabando como “periférico”, uno de
los más grandes fraudes viales construidos en la Comarca Lagunera, y conste que
tenemos muchísimos.
Desde
que comienza, en el punto donde estaba el DVR de triste memoria, hasta la punta
de Ciudad Lerdo, uno puede admirar el espectáculo del caos, de la
arbitrariedad, de la incuria. Las palabras, por más gruesas que parezcan, se
quedan cortas ante el desafío para la vida que representa ese mal asfaltada y
mal trazada y siempre mal remozada senda mortal.
Ayer,
como ya dije, atravesé uno de sus tramos —digamos que desde Galerías hasta
Chilchota— y volví a quedar aterrado (en los dos sentidos del verbo “aterrar”).
Mientras conducía, mientras eludía vehículos ligeros y pesados, desviaciones
imprevisibles, cuchillas casi salidas de la nada, señalamientos improvisados,
pensé una y otra vez a quién mentarle la madre, a quién culpar por esa tortuosa
arteria. Mis insultos, todos de tono subido, estaban dirigidos para “los tres
niveles de gobierno”, de los cuales, es claro, no se hace uno.
Me
impresionó que a la altura de la UANE, casi bajo la Puerta de Torreón, hubiera
retenes. Pensé en lo obvio: ¿retenes para cuidarnos de los delincuentes, para
atraparlos? ¿No sería mejor, primero, cuidar al ciudadano con lo más elemental,
con obra pública bien ejecutada? ¿De qué sirve que capturen a un narcomenudista
en un retén si ese retén está en un periférico que todos los días pone en
peligro las vidas de miles de ciudadanos? Y no pensé nomás en los conductores,
sino en la mayoría: los obreros y las obreras que en bici o camión deben
sortear, sin descanso, un punto tan peligroso.
Por
supuesto, mientras yo mentaba madres en el interior de mi coche, tomé una ruta
conocida, una callecita aledaña a Chilchota. Estaba cerrada. Luego avancé
obligado por debajo del puente (un asco) y volví a Gómez. Salí de allí no sé
cómo. Poco después respiré y escribí esto.