sábado, agosto 02, 2014

Volver a Parras












Escribo en Parras de la Fuente, Coahuila. Como en otras ocasiones, he traído a mis hijas para pasar algunos días de vacaciones. Es el paraíso que los laguneros tenemos más a la mano, aunque no siento que lo hayamos valorado de esa forma. Para empezar, tiene un clima que en poco se parece al infierno que se asienta en La Laguna durante meses y meses. Acá hay varios grados menos de calor, siempre, y eso es para mí su bondad más inmediatamente celebrable.
Pero hay más. Es un sitio donde la tranquilidad es casi tangible, donde el tiempo corre a otro ritmo, y esto corresponde perfectamente con su belleza colonial. Sentado en cualquier sitio parrense, hay momentos en los que logra percibirse incluso una suerte de petrificación total del tiempo, lo que produce, si uno anda bien dispuesto al asombro, éxtasis que en algo debe parecerse al de los poetas místicos.
Voy (vengo) a Parras cada que puedo. Creo que tengo cinco o seis años sin fallarle durante las vacaciones y en todo momento siento que su sosiego me permitiría, en una estancia prolongada, escribir sin los sobresaltos habituales de las urbes dizque modernas como Torreón. Es pues un lugar ideal para un retiro creativo, y me extraña que a la fecha no haya cobrado todavía el impulso que por ejemplo tiene San Miguel como santuario de la creatividad.
En estos años de convivencia más cercana con Parras he ido conociendo mejor el discreto encanto de su simpatía. Todo su centro es fotografiable con o sin modelos, esto porque la arquitectura, las puertas y los herrajes han sido alejados del virus modernólatra que tanto cunde en el proyanqui norte mexicano. De un año a la fecha me gustó ver, por caso, que los anuncios de sus tienditas fueran radicalmente uniformados en un estilo de rótulo discreto y pintoresco, lo que aleja la invasión de viniles, espectaculares y neones que nada añaden al entorno de las ciudades con aroma virreinal.
Por lo menos para los torreonenses, gomezpalatinos, lerdenses y conexos, Parras tiene, a saber, tres ventajas: 1) nos queda cerca; 2) hay posadas, hostales y hoteles para todos los presupuestos y 3) el más importante: se trata del lugar más próximo donde podemos sentir en serio el rostro mestizo de la Nueva España.
Creo que con eso basta para hacerlo un lugar dgno de nuestra bienquerencia.