Cuando
estalla un petardo de ese tipo (son petardos, no bombas, y en el fondo no hacen
nada) lo peculiar no es el escándalo en sí, sino las explicaciones ulteriores
de sus protagonistas y la moraleja de la fábula. Me refiero al video que parece
videoclip de Bandamax pero en realidad ilustra parte de lo ocurrido en una
fiesta organizada por o para señalados panistas que luego de sus arduas labores
se regalaron unos momentos de salaz (escribí “salaz”, no es errata) y
esparcimiento.
Si
usted no lo ha visto, no se pierde de nada. Sólo imagine un lujoso penthouse
(escribí “penthouse” y eso me hizo recordar aquella magazine ya legendaria en
el mundo de las pubertas manualidades) en el que unos pirruris otoñales interactúan
amenamente con varias chicas superpoderosas, todas salvajemente gruperas. Uno
de los comensales, el más animado, es Luis Alberto Villarreal, diputado federal
panista que en el video se desenvuelve sobre la improvisada pista con unos
pasos que le envidiaría el mismísimo Latin Lover en el certamen Bailando por un sueño. Villarreal abraza
a una chamaca prominente sólo en términos corporales, y lo hace con un
estilacho que delata miles de kilómetros de dancing club recorridos. Su
compañera es la única identificada, aunque con un seudónimo: la llaman
“Montana”, y es una beldad esculpida en laboratorio, de ésas que también mueven
a sentir nostalgia por el glorioso Libro Vaquero.
Por
allí, sentado en la mamalona terraza, anda también Martín López Cisneros, quien
parece estar sólo al acecho de las chicas que quedan a su alcance para
propinarles pellizquitos en la kardashiana retaguardia. Otro que se nota
alegre, aunque sobrio, es Alejandro Zapata Perogordo: su diálogo con una de las
acompañantes contratadas ex profeso para alegrar la difícil vida de los
diputados parece desarrollarse casi diplomáticamente, aunque no falta que entre
frase y frase comience cierto cachondeo preludial, anuncio de mejores lides.
Uno
más, no legislador de nuestra hermosa república teibolera sino achichincle identificado
como José Alfredo Labastida, entra al penthouse con dos chicas más, ambas con
la misma catadura videorrolesca que ameniza con sus curvas el guateque. No
podemos dejar de lado la mención al conjunto que interpreta melodías ad hoc, un tributo a Venus Rey, aquel
cuasisempiterno líder sindical acuñador del dictum
“La música viva siempre es mejor”.
Los
diputados del blanquiazul y sus fieles colaboradores buscan un poco de relax en
tal ambientazo. Es imposible saber, claro, si la sana diversión fue pagada con
dinero de particulares o público, pero nunca falta que los receptores del
mensaje maliciemos que gastos de dicha naturaleza han tenido como origen alguna
caja chica gubernamental o en este caso legislativa.
El
diputado Villarreal mandó una carta de risa loca a Reporte Índigo (medio que difundió el videclip); dice: “1.- Asistí como invitado a un evento privado, fuera de cualquier
actividad relacionada con la reunión plenaria. 2.- El Grupo Parlamentario a mi
cargo, no organizó dicho evento, por tanto, niego categóricamente que haya
existido uso de recursos públicos para solventar tal evento, como se sugiere en
la nota periodística. 3.- Ofrezco una disculpa a quienes haya lastimado mi
participación en ese evento. Los hechos no reflejan mi trabajo y compromiso al
frente del Grupo Parlamentario como Coordinador. Esta ha sido la Legislatura
con mayores logros, que fueron construidos por el GPPAN”. No sé a ustedes, pero
a mí me encanta el eufemismo “evento” metido tres veces con calzador en la
explicación.
Al final, la moraleja: hoy no es suficiente con
evitar recintos como el téibol u otros de semejante envergadura (sin albur). Con
los celulares modernos el balconeo es ubicuo y llegó para quedarse.