La infraestructura cultural de Gómez Palacio no ha crecido un centímetro cuadrado durante la administración de Ismael Hernández Deras. El problema es profundamente penoso, tanto que los oriundos de esta ciudad sentimos una mezcla de rabia y tristeza ante tal vacío. Hoy, sin embargo, habrá una sentida ceremonia para declarar a Gómez Palacio “Cuna de la Revolución Mexicana en Durango”. Vendrá el gobernador y estarán aquí todos los diputados locales de la entidad, además de las autoridades del gobierno gomezpalatino.
Es fácil celebrar en abstracto y emitir sentidos loores en los que sólo va de por medio, cuando mucho, la emoción. Muy distinto es hacer, construir, levantar piedra sobre piedra las edificaciones que sirvan duraderamente a la comunidad y ayuden a paliar los graves males que la aquejan. Gómez Palacio, lo sabemos todos, ha crecido hacia el norte, de suerte que el grueso de su demografía está allá. En la zona sur de la ciudad se encuentran, empero, sus escasos espacios culturales: la Casa de la Cultura, el Teatro Alberto M. Alvarado y el auditorio Francisco Zarco. Al margen de que esas instituciones requieren obras de mantenimiento y mejoría permanentes, lo importante ahora es pensar también en otros rumbos de la ciudad que en materia cultural han sido cabalmente olvidados aunque allí se concentre un amplio núcleo poblacional. Son colonias populares en las que los problemas no escasean y no tienen oportunidades cercanas de practicar, en este caso, las actividades culturales que (como bien lo demostró Sergio Fajardo, ex alcalde de Medellín, Colombia) ayudan a mitigar y hasta a desaparecer la aguda conflictividad de esas zonas. El deporte y la cultura, nadie lo ignora, son excelentes vacunas preventivas, así que administradas a tiempo logran desactivar los impulsos delincuenciales, pues, entre otros muchos beneficios, infunden autoestima a la persona. Algo de esto saben en Torreón, donde su infraestructura sí ha crecido y ha sido puesta al servicio de todos los laguneros, incluidos los de Gómez.
En diciembre de 2005 el gobernador Hernández Deras prometió un nuevo museo para Gómez Palacio; nada hay todavía. Como éste, sigue pendiente el pago de otras deudas en las que empeñó su palabra, como es el caso de los terrenos de La Jabonera y la liquidación de su parte, o como en la todavía ausente inversión para rehabilitar la ex Hacienda de La Loma. A eso podemos sumar, hoy, cuando todavía su gobierno está a tiempo de sentar las bases de un proyecto muy benéfico para el norte de Gómez Palacio, la construcción de un complejo cultural en el Mercado de Chapala. Es propiedad del gobierno federal, y ha permanecido en el abandono prácticamente desde su apertura. En vez de que sea una cueva para el vicio o un nido de alimañas, este espacio de aproximadamente dos y media hectáreas puede servir para que los habitantes de aquel Gómez Palacio abandonado y colindante con Ciudad Lerdo tengan un lugar en el cual desarrollar las aptitudes artísticas que de seguro tienen en abundancia, aunque hoy sin la posibilidad de ejercitarlas.
Las autoridades suelen preguntarse cómo frenar los enormes problemas generados por la pobreza y su consecuente lastre de desesperanza y resentimiento. La violencia que hoy vemos diseminada aquí y allá podría disminuir si los niños y los jóvenes tienen espacios para el fortalecimiento de sus capacidades. En el Mercado de Chapala, hoy un cascarón abandonado, puede haber un gran recinto cultural hecho con toda la mano, algo que enorgullezca a los pobladores del norte gomezpalatino y, de paso, sirva también a Lerdo. No es disparatado pensar en un sitio con videsalas, museo, galerías, aulas para talleres de danza, música, pintura y literatura, biblioteca y área con computadoras conectadas a internet, teatro y acaso una sección para el trabajo artesanal. Mucho puede caber en ese espacio, así que el arranque de la obra dejaría al gobernador Hernández Deras con una estupenda imagen ante los gomezpalatinos.
En resumen, el norte de mi ciudad, Gómez Palacio, requiere infraestructura cultural, gestos de verdadera solidaridad sobre todo con los niños y los jóvenes de aquel lugar. El arte los haría crecer, como bien lo sabemos quienes hemos conversado sobre esta iniciativa: Adolfo Nalda, Gustavo Montes, Sergio Pérez Corella y yo. Nosotros, y seguramente miles de gomezpalatinos, tenemos esta convicción: invertir en cultura es mejorar el porvenir.
Es fácil celebrar en abstracto y emitir sentidos loores en los que sólo va de por medio, cuando mucho, la emoción. Muy distinto es hacer, construir, levantar piedra sobre piedra las edificaciones que sirvan duraderamente a la comunidad y ayuden a paliar los graves males que la aquejan. Gómez Palacio, lo sabemos todos, ha crecido hacia el norte, de suerte que el grueso de su demografía está allá. En la zona sur de la ciudad se encuentran, empero, sus escasos espacios culturales: la Casa de la Cultura, el Teatro Alberto M. Alvarado y el auditorio Francisco Zarco. Al margen de que esas instituciones requieren obras de mantenimiento y mejoría permanentes, lo importante ahora es pensar también en otros rumbos de la ciudad que en materia cultural han sido cabalmente olvidados aunque allí se concentre un amplio núcleo poblacional. Son colonias populares en las que los problemas no escasean y no tienen oportunidades cercanas de practicar, en este caso, las actividades culturales que (como bien lo demostró Sergio Fajardo, ex alcalde de Medellín, Colombia) ayudan a mitigar y hasta a desaparecer la aguda conflictividad de esas zonas. El deporte y la cultura, nadie lo ignora, son excelentes vacunas preventivas, así que administradas a tiempo logran desactivar los impulsos delincuenciales, pues, entre otros muchos beneficios, infunden autoestima a la persona. Algo de esto saben en Torreón, donde su infraestructura sí ha crecido y ha sido puesta al servicio de todos los laguneros, incluidos los de Gómez.
En diciembre de 2005 el gobernador Hernández Deras prometió un nuevo museo para Gómez Palacio; nada hay todavía. Como éste, sigue pendiente el pago de otras deudas en las que empeñó su palabra, como es el caso de los terrenos de La Jabonera y la liquidación de su parte, o como en la todavía ausente inversión para rehabilitar la ex Hacienda de La Loma. A eso podemos sumar, hoy, cuando todavía su gobierno está a tiempo de sentar las bases de un proyecto muy benéfico para el norte de Gómez Palacio, la construcción de un complejo cultural en el Mercado de Chapala. Es propiedad del gobierno federal, y ha permanecido en el abandono prácticamente desde su apertura. En vez de que sea una cueva para el vicio o un nido de alimañas, este espacio de aproximadamente dos y media hectáreas puede servir para que los habitantes de aquel Gómez Palacio abandonado y colindante con Ciudad Lerdo tengan un lugar en el cual desarrollar las aptitudes artísticas que de seguro tienen en abundancia, aunque hoy sin la posibilidad de ejercitarlas.
Las autoridades suelen preguntarse cómo frenar los enormes problemas generados por la pobreza y su consecuente lastre de desesperanza y resentimiento. La violencia que hoy vemos diseminada aquí y allá podría disminuir si los niños y los jóvenes tienen espacios para el fortalecimiento de sus capacidades. En el Mercado de Chapala, hoy un cascarón abandonado, puede haber un gran recinto cultural hecho con toda la mano, algo que enorgullezca a los pobladores del norte gomezpalatino y, de paso, sirva también a Lerdo. No es disparatado pensar en un sitio con videsalas, museo, galerías, aulas para talleres de danza, música, pintura y literatura, biblioteca y área con computadoras conectadas a internet, teatro y acaso una sección para el trabajo artesanal. Mucho puede caber en ese espacio, así que el arranque de la obra dejaría al gobernador Hernández Deras con una estupenda imagen ante los gomezpalatinos.
En resumen, el norte de mi ciudad, Gómez Palacio, requiere infraestructura cultural, gestos de verdadera solidaridad sobre todo con los niños y los jóvenes de aquel lugar. El arte los haría crecer, como bien lo sabemos quienes hemos conversado sobre esta iniciativa: Adolfo Nalda, Gustavo Montes, Sergio Pérez Corella y yo. Nosotros, y seguramente miles de gomezpalatinos, tenemos esta convicción: invertir en cultura es mejorar el porvenir.