Por esa suerte de chovinismo del que no se libra casi nadie, vi el noticiero de López Dóriga el día en el que murió Ricardo Montalbán. Fue una nota relativamente breve y lamenté que en ningún momento dijeran la palabra “Torreón”. Es una nimiedad, pero ante lo poco que en general podemos presumir no estaba mal que tras la muerte de una estrella de cine y televisión las necrológicas enunciaran en alguno de sus párrafos que el connotado actor vivió en nuestra ciudad durante varios años. Su familia, de hecho, prosiguió su radicación lagunera luego de que Montalbán emigró para estudiar y, a la postre, para trabajar en el mundo de la actuación precisamente en el ombligo cinematográfico del planeta. Lo demás ya se sabe: Montalbán hizo una notabilísima carrera actoral, tanto que fue durante muchos años una especie de símbolo del latinoamericano (no digo “latino”, pues lo latino no es lo latinoamericano) exitoso en los Estados Unidos.
He leído con atención algunos de los comentarios de laguneros publicados recién sobre la figura de Montalbán. Todos aportan una opinión valiosa; Gerardo Moscoso recordó su vivencia infantil en el entorno de su familia y la familia lagunera del actor; Antonio Balquier recorrió su trayectoria fílmica y Karla Lobato hizo énfasis en sus labores filantrópicas. En los tres casos, resaltan las menciones explícitas a La Laguna. Para todos nosotros Montalbán era lagunero, pues aunque no nació en estas tierras (como Novo) aquí pasó años fundamentales: los que van de la niñez a los albores de la vida adulta. Sus estudios en la Comercial Treviño son un dato inconcuso de su biografía, así que regatear ese pasado lagunero de Montalbán es ignorar una de sus etapas formativas más relevantes. Según el Nuevo diccionario biográfico de Coahuila, de cuatro años apenas Montalbán llegó con su familia a radicar en Torreón; aquí vivió hasta los 17, edad en la que viajó a los Estados Unidos para estudiar inglés. Vinieron después visitas intermitentes a La Laguna, dado que sus estudios y luego su trabajo lo alejaron poco a poco. Y así, como en una película, dio el brinco del cine mexicano al estrellato hollywoodense.
Son sencillas las preguntas que tras su muerte muchos nos hicimos: ¿pensaba Montalbán en su pasado lagunero? ¿Tenía interés por que al final de su vida hubiera alguna vinculación entre su nombre y la región semidesértica donde alguna vez vivió? Responderé con la narración de una anécdota. Sé que data del 2004. Era un mediodía cualquiera en el Archivo Histórico de la UIA Laguna. A esa hora, el doctor Sergio Antonio Corona, coordinador del Archivo, y yo conversábamos en paz durante el rato de descanso alimenticio. En eso sonó el teléfono en la oficina del doctor Corona, quien fue a contestar. De lejos oí hebras de conversación, sin inquietud. Seguí comiendo. La llamada duró poco, como cinco o diez minutos. El doctor Corona regresó y en su cara vi una tranquila sorpresa; me dijo: “Llamó Ricardo Montalbán”. Por supuesto, era más que una llamada telefónica, pues no todos los días se comunica a Torreón un símbolo de Hollywood. Otra vez, para escribir estos párrafos, le he preguntado al doctor Corona qué escuchó en aquella ocasión, y me dijo: “Habló a la UIA para confirmar la cesión de materiales hemerográficos, fotográficos y documentales de su propiedad y relativos a su vida y obra. Esto lo hizo como un legado a las generaciones de jóvenes mexicanos, y particularmente a los de Torreón. Existe otro fondo, que es el Lamberta, que posee materiales que complementan el perfil y los datos biográficos de Ricardo Montalbán, así como de la familia Lamberta. La impresión que me causó fue que se trataba de un caballero de corazón. Una voz cálida, acogedora y muy jovial. Su voz no delataba su edad; si no lo conociera, pensaría que tendría treinta años de edad, y hasta menos. Todo un señor, mas no tanto por los oropeles del mundo, sino por su enorme calidad moral”. Creo que eso responde de sobra a las preguntas.
He leído con atención algunos de los comentarios de laguneros publicados recién sobre la figura de Montalbán. Todos aportan una opinión valiosa; Gerardo Moscoso recordó su vivencia infantil en el entorno de su familia y la familia lagunera del actor; Antonio Balquier recorrió su trayectoria fílmica y Karla Lobato hizo énfasis en sus labores filantrópicas. En los tres casos, resaltan las menciones explícitas a La Laguna. Para todos nosotros Montalbán era lagunero, pues aunque no nació en estas tierras (como Novo) aquí pasó años fundamentales: los que van de la niñez a los albores de la vida adulta. Sus estudios en la Comercial Treviño son un dato inconcuso de su biografía, así que regatear ese pasado lagunero de Montalbán es ignorar una de sus etapas formativas más relevantes. Según el Nuevo diccionario biográfico de Coahuila, de cuatro años apenas Montalbán llegó con su familia a radicar en Torreón; aquí vivió hasta los 17, edad en la que viajó a los Estados Unidos para estudiar inglés. Vinieron después visitas intermitentes a La Laguna, dado que sus estudios y luego su trabajo lo alejaron poco a poco. Y así, como en una película, dio el brinco del cine mexicano al estrellato hollywoodense.
Son sencillas las preguntas que tras su muerte muchos nos hicimos: ¿pensaba Montalbán en su pasado lagunero? ¿Tenía interés por que al final de su vida hubiera alguna vinculación entre su nombre y la región semidesértica donde alguna vez vivió? Responderé con la narración de una anécdota. Sé que data del 2004. Era un mediodía cualquiera en el Archivo Histórico de la UIA Laguna. A esa hora, el doctor Sergio Antonio Corona, coordinador del Archivo, y yo conversábamos en paz durante el rato de descanso alimenticio. En eso sonó el teléfono en la oficina del doctor Corona, quien fue a contestar. De lejos oí hebras de conversación, sin inquietud. Seguí comiendo. La llamada duró poco, como cinco o diez minutos. El doctor Corona regresó y en su cara vi una tranquila sorpresa; me dijo: “Llamó Ricardo Montalbán”. Por supuesto, era más que una llamada telefónica, pues no todos los días se comunica a Torreón un símbolo de Hollywood. Otra vez, para escribir estos párrafos, le he preguntado al doctor Corona qué escuchó en aquella ocasión, y me dijo: “Habló a la UIA para confirmar la cesión de materiales hemerográficos, fotográficos y documentales de su propiedad y relativos a su vida y obra. Esto lo hizo como un legado a las generaciones de jóvenes mexicanos, y particularmente a los de Torreón. Existe otro fondo, que es el Lamberta, que posee materiales que complementan el perfil y los datos biográficos de Ricardo Montalbán, así como de la familia Lamberta. La impresión que me causó fue que se trataba de un caballero de corazón. Una voz cálida, acogedora y muy jovial. Su voz no delataba su edad; si no lo conociera, pensaría que tendría treinta años de edad, y hasta menos. Todo un señor, mas no tanto por los oropeles del mundo, sino por su enorme calidad moral”. Creo que eso responde de sobra a las preguntas.
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Nota del editor: la foto que encabeza este post pertenece al Fondo Ricardo Montalbán que está en resguardo del Archivo Histórico Juan Agustín de Espinoza, sj, de la UIA Laguna. Sobre la imagen aparece una dedicatoria manuscrita de Ricardo Montalbán, y dice: "A mis queridos padres, Ricardo. 1-31-41". Tenía pues, en ese momento, 21 años de edad.