El mundo está loco. En México, por ejemplo, los bancos se dedican a delinquir y amenazar por teléfono y el gobierno los deja. En el Medio Oriente, los judíos lanzan mortíferos bombazos sobre escuelas y hospitales y nadie, ni la ONU ni nadie, sale a ponerles un freno y un castigo. En Estados Unidos, un cuico rubio y bien mamey videomata a un adolescente y reaparece sólo como fantasma el fantasma de Rodney King. El mundo está loco, loco como el cable que ayer difundió la agencia EFE desde Washington (La Opinión, p. 37); en él, algunos empresarios de la “industria” porno solicitan un rescate financiero en el actual shock económico mundial.
Acostumbrada a provocar una inmensa derrama económica y de otra índole más líquida y pegostiosa, esa vertiente de la industria del entretenimiento encontró como voceros de su petición nada menos que a Larry Flynt, editor mandón de la repudadísima revista Hustler, y a Joe Francis, creador de la franquicia Girls Gone Wild, quienes pidieron al Congreso de Estados Unidos la suma de cinco mil millones de dólares para ayudar a que los magnates del porno salgan adelante en medio de la desastrosa situación que presentan hoy las finanzas del mundo.
Aunque suene risible para muchos, tanto Flynt como Francis apoyaron la anómala petición en la idea que tienen acerca de sus productos, considerados por ellos y por sus incontables clientes como parte de la canasta básica para el ciudadano promedio norteamericano. Aseguraron que el gobierno estadounidense debe apoyar activamente la supervivencia y crecimiento de la industria para adultos, tal como siente la necesidad de apoyar a otros rubros apreciados por los norteamericanos. En el comunicado que difundieron no escaseó el lugar común: la crisis ha operado como una “ducha de agua fría nacional”, lo que sin duda afecta a una industria caracterizada precisamente por lo contrario: mantener muy caliente al respetable. El mensaje de los dos consumados pornólogos no tiene pizca de desperdicio, tanto que fácilmente podría integrarse a una hipotética antología de comunicados delirantes/hilarantes. Dice Flynt: “Con todo el sufrimiento económico y la pérdida de tanto dinero, el sexo es lo último en lo que la gente piensa. Es hora de que el Congreso rejuvenezca el apetito sexual de Estados Unidos”. Y aporta cifras, datos duros, más duros que una película protagonizada por John Holmes, el legendario y muy envidiado Príapo californiano: las ventas y alquileres de videos pornográficos cayeron 22 por ciento el año pasado en EU, aunque aumentó el tráfico en internet, espacio en el que, anotan, al menos la mitad de los usuarios son asiduos navegantes de sites para ser husmeados con una sola mano sobre el teclado. Francis usó palabras fuertes: “El Congreso parece dispuesto a rescatar a los sectores más importantes de la nación y creemos que merecemos la misma consideración”, lo que secundó Flynt con un grito desesperado: “Esto es muy malo para nuestra salud como nación. Los estadunidenses pueden prescindir del automóvil, pero no del sexo”.
La lección que nos dejan esas amargas palabras es que en realidad la cosa se viene fea y agresiva, dicho lo anterior sin alusiones fálicas. Para que dos exitosos hombres de negocios (y de qué giro, damas y caballeros) supliquen un rescate de tal envergadura en el hoyo económico que habita el mundo es de veras grave el problema que nos azota a todos. El comunicado no pasará de ser una ocurrencia típica de la picaresca gringa (que también la tienen, y bastante grotesca, por cierto), pero es un hecho que el tsunami financiero arrasa con todo, liquida ramas enteras de la economía y deja al hombre y a la mujer tan noqueados que ya ni las fotografías de Flynt generan inquietud y son vistas con fastidio, casi como quien mira, a fin de mes, sus deudas por pagar.
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Acostumbrada a provocar una inmensa derrama económica y de otra índole más líquida y pegostiosa, esa vertiente de la industria del entretenimiento encontró como voceros de su petición nada menos que a Larry Flynt, editor mandón de la repudadísima revista Hustler, y a Joe Francis, creador de la franquicia Girls Gone Wild, quienes pidieron al Congreso de Estados Unidos la suma de cinco mil millones de dólares para ayudar a que los magnates del porno salgan adelante en medio de la desastrosa situación que presentan hoy las finanzas del mundo.
Aunque suene risible para muchos, tanto Flynt como Francis apoyaron la anómala petición en la idea que tienen acerca de sus productos, considerados por ellos y por sus incontables clientes como parte de la canasta básica para el ciudadano promedio norteamericano. Aseguraron que el gobierno estadounidense debe apoyar activamente la supervivencia y crecimiento de la industria para adultos, tal como siente la necesidad de apoyar a otros rubros apreciados por los norteamericanos. En el comunicado que difundieron no escaseó el lugar común: la crisis ha operado como una “ducha de agua fría nacional”, lo que sin duda afecta a una industria caracterizada precisamente por lo contrario: mantener muy caliente al respetable. El mensaje de los dos consumados pornólogos no tiene pizca de desperdicio, tanto que fácilmente podría integrarse a una hipotética antología de comunicados delirantes/hilarantes. Dice Flynt: “Con todo el sufrimiento económico y la pérdida de tanto dinero, el sexo es lo último en lo que la gente piensa. Es hora de que el Congreso rejuvenezca el apetito sexual de Estados Unidos”. Y aporta cifras, datos duros, más duros que una película protagonizada por John Holmes, el legendario y muy envidiado Príapo californiano: las ventas y alquileres de videos pornográficos cayeron 22 por ciento el año pasado en EU, aunque aumentó el tráfico en internet, espacio en el que, anotan, al menos la mitad de los usuarios son asiduos navegantes de sites para ser husmeados con una sola mano sobre el teclado. Francis usó palabras fuertes: “El Congreso parece dispuesto a rescatar a los sectores más importantes de la nación y creemos que merecemos la misma consideración”, lo que secundó Flynt con un grito desesperado: “Esto es muy malo para nuestra salud como nación. Los estadunidenses pueden prescindir del automóvil, pero no del sexo”.
La lección que nos dejan esas amargas palabras es que en realidad la cosa se viene fea y agresiva, dicho lo anterior sin alusiones fálicas. Para que dos exitosos hombres de negocios (y de qué giro, damas y caballeros) supliquen un rescate de tal envergadura en el hoyo económico que habita el mundo es de veras grave el problema que nos azota a todos. El comunicado no pasará de ser una ocurrencia típica de la picaresca gringa (que también la tienen, y bastante grotesca, por cierto), pero es un hecho que el tsunami financiero arrasa con todo, liquida ramas enteras de la economía y deja al hombre y a la mujer tan noqueados que ya ni las fotografías de Flynt generan inquietud y son vistas con fastidio, casi como quien mira, a fin de mes, sus deudas por pagar.
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Terminal
En nuestra gustada sección “Nuevas tecnologías”, va: supe que acaban de inventar un aparato que sirve para quemar y no dejar ni vestigios de todos los aditamentos usados en el sexo culpígeno: dildos, películas, frascos con píldoras retardadoras, condones y demás son colocados allí y en unos pocos minutos desaparecen por completo. Su nombre es sencillo; lo llaman “porno de microondas”.
En nuestra gustada sección “Nuevas tecnologías”, va: supe que acaban de inventar un aparato que sirve para quemar y no dejar ni vestigios de todos los aditamentos usados en el sexo culpígeno: dildos, películas, frascos con píldoras retardadoras, condones y demás son colocados allí y en unos pocos minutos desaparecen por completo. Su nombre es sencillo; lo llaman “porno de microondas”.