jueves, enero 15, 2009

Vestigios mancillados



Casi en la misma semana fuimos testigos de dos noticias sobre el grado de trogloditismo que evidencian los tiempos modernos en relación al respeto por los documentos arqueológicos que, se supone, son un timbre de orgullo para la cultura mexicana. A las más que imbéciles perforaciones en Teotihuacán se sumó lo que un grupo de tarambanas hizo en la zona olmeca de La Venta, lo que dio como resultado una semana negra para nuestros monumentos prehispánicos. A propósito, recibí un artículo (“Teotihuacán perforada”) de mi buen amigo Antonio Avitia Hernández, investigador duranguense; con su venia, comparto el texto íntegro en este blog. Sospecho que le asiste total y tristemente la razón:
El sentido común y la valoración de los monumentos históricos antiguos como patrimonio local y de la humanidad, ha propiciado que la mayoría de los gobiernos de los países dediquen recursos especiales para la conservación de los mismos. Los egipcios protegen las espectaculares pirámides y el acervo de la antigua civilización de los faraones evitando su deterioro y destrucción. Los hindúes preservan responsablemente sus monumentos y templos, en especial el Taj Mahal. Machu Pichu, hasta donde es posible, es también resguardado por el gobierno peruano, como parte del orgullo e identidad nacional. A nadie en Italia se le ocurriría taladrar el Coliseo, como tampoco, en Grecia, se intenta usar pico y marro en los mármoles del Partenón. La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, UNESCO, dedica recursos especiales para la protección de los monumentos que, dada su importancia, han sido designados como Patrimonio de la Humanidad.
Sin embargo, en México, los monumentos históricos, durante el actual gobierno, son considerados como lugares propicios de privatización y montaje de espectáculos estilo Las Vegas, sin importar el valor histórico y cultural de los mismos. El caso más escandaloso y actual se presenta con la ciudad de Teotihuacán, que representa el mayor conjunto monumental prehispánico del Continente Americano, lugar de visita obligado para la mayoría de los viajeros que llegan a turistear a la ciudad de México.
La suerte de Teotihuacán, a lo largo de sus múltiples excavaciones, es por demás lamentable. Sus edificios permanecieron como ruinas desde antes de la llegada de los europeos en el siglo XV y, en los inicios de su desmonte, en la primera década del siglo XX, entre 1905 y 1910, Leopoldo Batres fue el encargado por el dictador Porfirio Díaz para exponer la grandeza indiana y alardear el hallazgo durante los festejos del centenario de la independencia. Ante la premura de la dictadura, en 1906, a Batres no se le ocurrió una forma más rápida de desmonte que el uso de explosiones de dinamita, lo que perjudicó para siempre la estructura de la parte posterior de la Pirámide del Sol.
En los años noventas del siglo XX, el espectáculo de luz y sonido que se presentaba a los turistas extranjeros fue cancelado (1994) por su alto costo de mantenimiento y por el deterioro que causaba a la ciudad, así como por el fracaso en términos de público asistente.
Desde el año de 2007, a instancias del Gobierno del Estado de México, cuyo titular es Enrique Peña Nieto, con la aprobación de la Secretaría de Turismo bajo la dirección del militante yunquista Rodolfo Elizondo Torres y con la anuencia del director del Instituto Nacional de Antropología e Historia, Alfonso de María y Campos, sin la transparencia documental y jurídica necesaria en lo que se refiere a contratos, acuerdos secretariales, convenios, estudios de impacto de estructura, compañías privadas involucradas, guiones de espectáculo, escaletas de iluminación y planeación, violando todas las normas nacionales y mundiales al respecto, la falta de sentido común llevó a las tres instancias a iniciar el montaje del espectáculo de luz y sonido Resplandor teotihuacano, bajo la engañosa premisa privatizadora de generar ganchos de atracción turística y empleos en la zona.
Sin el sentido común que aplican los egipcios, los peruanos, los italianos y los griegos, entre otros, en la conservación de sus monumentos históricos, las autoridades mexicanas del espuriato comenzaron la criminal e inconciente perforación de las pirámides con taquetes expansivos, con la finalidad de colocar las bases para las luminarias y el cableado del espectáculo nocturno. El daño ya está hecho y ha sido reprobado por los investigadores nacionales y extranjeros, así como por la UNESCO. La gravedad del asunto es tal que, dada la necedad privatizadora de las autoridades del gobierno usurpador calderoniano y del deterioro que se ha ocasionado, la llamada Ciudad donde los hombres se convierten en dioses, Teotihuacán, corre el riego de perder su categoría de Patrimonio de la Humanidad.
Es de esperar también que, en el ejercicio de la impunidad y las políticas de encubrimiento, ninguno de los funcionarios involucrados sea llamado a rendir cuentas. En el peor de los casos, sucederá que, por unos dólares más, el espectáculo, a pesar del sentido común de los ciudadanos concientes y los especialistas, sea montado y siga el deterioro del monumento.