miércoles, diciembre 24, 2008

Carta de Santa



La cabeza no es, como la del domingo pasado en Ruta Norte, una errata: en efecto se trata de una carta de Santa, y no de una carta a Santa. La respuesta del personaje más bonachón de la humanidad me ha dejado ojipelón. Escéptico, envié hace pocos días una carta hasta su casa mágica sita en el Polo Norte. No esperaba respuesta, claro, pues siempre había creído que Santoclós era un invento de la publicidad para vender más productos. Ya veo que me equivoqué: Santa existe, vive en una cabaña del Polo y en el garage tiene un trineo y un hermoso lote de renos último modelo. En su taller elabora los juguetes que dará a los pequeñines, y allí recibe varios kilos de cartas escritas por niños de todo el mundo. Quise probar, le escribí, y esta fue su respuesta:
“Querido Jaime: sé que ya no eres un niño, sino un verdolagón de 44 años. Pese a ello, respondo tu amable carta. De entrada te recuerdo que a mí no me vas a engañar: tú no crees en la navidad y por eso no la celebras. Así pues, ¿cómo quieres que te vaya bien? Sólo un ingenuo podría soñar con la idea de recibir obsequios a cambio de todas las dudas albergadas en su alma. La navidad, Jaimito querido, es una bella época, la mejor del año. Nos da la oportunidad de mostrar que amamos a nuestros semejantes, de compartir bellos momentos junto a los seres que más apreciamos en el mundo. Es cierto que ahora ha sido comercializada, que es necesario un poco de dinero para acompañar estas fechas con más de tranquilidad y contento. Reconozco que sin plata las cosas no se dan igual, que la falta de recursos no es precisamente lo más adecuado para atravesar las fiestas navideñas. Pero si uno hace el esfuerzo y comparte amor, solidaridad, cariño, tal vez ocurra que la navidad transcurra con igual o mayor alegría que en las fiestas opulentas y dispendiosas.
Tal vez ya lo has captado, pero con esto quiero expresarte que esta navidad no iré a muchos hogares de tu país, entre ellos al tuyo. De hecho, repartiré muy pocos juguetes, pues hay gran número de padres desempleados que no trae dinero y además no cree en mí, con lo cual me inhabilitan por completo. Eso no es, empero, lo importante, querido amigo. En México no haré mucho reparto por las malas noticias que hemos visto en el año, sobre todo las relacionadas con el crimen. La situación en tu pintoresco país es cada vez más difícil para todos, principalmente para un pobre viejo como yo: solitario, gordo y pacífico. El año pasado me dejó muy malos recuerdos. Te cuento, amigo Jaime, que repartía juguetes en Chihuahua y estacioné mi trineo en una calle oscura. Mientras dejaba juguetes junto a los vistosos arbolitos, un grupo de vándalos se estacionó al lado de mis renos. Los sujetos viajaban en una Hummer polarizada, y como andaban ebrios y gritones comenzaron a burlarse de mi trineo y de mis animales. Cuando al fin los venció el aburrimiento, subieron a su vehículo y uno de los guaripudos sacó la cuerno de chivo por la ventanilla. Casi a quemarropa le disparó a un reno que quedó tendido, sangrante, en el asfalto. Cuando llegué a la escena, lo vi muerto, pero no hice nada. Luego pasó algo similar en Tamaulipas: yo repartía obsequios, y cuando volví ya me habían decapitado a cuatro renos; me dejaron un mensaje escrito: ‘Haqui no te metas desgrasiado’. Luego, en Michoacán, aconteció algo todavía más terrible: me levantaron. Les dije que yo era Santoclós, pero no me creyeron. Insistí un buen rato, y los tipos sólo me amenzaban con maldiciones brutales: ‘¿Con que Santoclós, no?’, luego me gritaban, burlones: ‘¡Jojojojo, tu puta madre es Santoclós, panzón!’. Así, vociferaron y me dieron de golpes en el rostro hasta que perdí la conciencia. Me dejaron tirado, maltrecho, en un río seco de La Laguna. No sé cómo fui a parar en ese sitio insalubre, pero desperté, busqué a los pocos renos que me quedaban y salí huyendo de México. Ah, hice la denuncia, pero al parecer no sucederá nada, nunca darán con los que me agredieron.
Por eso no me verás por allá, Jaime. Porque en el fondo no crees en mí y porque tu país es muy peligroso. Que mejor los reyes magos lleven los malditos juguetes. De perdida ellos andan en bola. Además, supe que Baltasar tiene muy buenas relaciones con Obama.
Pese a todo, feliz navidad. Atentamente: Santoclós”.
o
Terminal
En nuestra gustada sección “Creatividad navideña”, va: una ocurrencia: no estaría mal, fuera de bromas, que hubiera un servicio de mail supuestamente atendido por Santoclós. Allí, el hombre de los chapetes rojos y las barbas blancas podría disculparse por no haber llevado regalos debido a los múltiples pedidos que recibe. Eso les serviría de maravilla a los padres en aprietos económicos. Pongo, pues, sólo para los días 25 y 26 de diciembre, la dirección santoclos@rocketmail.com. Pueden solicitar, si gustan, una justificación “de Santoclós” para el hijo que se quedó sin regalo por falta de plata en los bolsillos de papá. Nota: por cuarto año consecutivo, esta columna no se tomará ni un solo día de vacaciones.