miércoles, diciembre 12, 2007

Diez años sin nieve



Hoy hace diez años amanecimos con nieve en La Laguna. Parece que fue ayer, como dice un compositor yucateco que canta horriblemente. A nuestra parda y aburrida geografía urbana la adornó, por fin y luego de varias décadas, el manto blanco que en la publicidad es símbolo navideño y que aquí, entre nosotros, sólo podemos imitar, siempre con tufo naive, siempre fallidamente, por medio de bolijas de nieve seca o cierta esponja artificial añadida a los nacimientos. Pero el 12 de diciembre de 1997 los laguneros vimos el despertar del día con inolvidables ojos. Aunque mugrosotas, las calles de nuestra región tenían algo de postales nórdicas. Una preciosidad que todos o casi todos celebramos con fotos familiares al aire libre, con monos de nieve, con (por fin) verdadero aroma a navidad primermundista.
Cómo ha cambiado el país en estos diez años. Zedillo estaba a la mitad de su sexenio y el zapatismo del sub Marcos todavía manifestaba sus ardores a plenitud. Se puede decir que la sangre de Colosio se mantenía fresca, que Lomas Taurinas había sido borrada del mapa para aniquilar toda pista. Por esas fechas deambulaban como personajes de moda Francisca Zetina, alias La Paca, y Pablo Chapa Bezanilla; se hablaba mucho de El Encanto, de Muñoz Rocha, del hermano incómodo. La masacre de Acteal estaba cerca.
Zedillo terminó a los barquinazos, aunque sin tantos sobresaltos como su siniestro antecesor. Fox venía en camino. En 2000 arrasó y se dio la transición pactada, el acuerdo empresarial pasado de contrabando como cambio de estafeta política. Nada varió, como hemos visto: las políticas económicas eran las mismas, o más feroces incluso, que las de Salinas, y el saldo de pobreza en el país siguió creciendo. Las fortunas, mientras tanto, de los Slim, de los Azcárraga, de los Servitje, de los Zambrano y anexas no fueron tocadas ni en un pelo. Al contrario, los grandes y los medianos ricos del país han visto crecer sus haciendas mientras la franja de la miseria se ha ensanchado. El país es un gran pastel; las migajas siempre han sido para los jodidos, como el Tigre Azcárraga nos denominó con empresarial sinceridad.
A Fox se le hizo bolas todo, pero la presidencia es la presidencia y como sea, al mayor costo, impuso la continuidad del régimen adecuado al interés empresarial. El país regresó a la época de las cavernas. Hoy estamos en ellas, sin mucha fe en el futuro y viendo el espectáculo degradante de la política y sus actores. Increíblemente, porque la presidencia es la presidencia, Calderón está allí, como bebesaurio con pecado original concebido, y gracias al poder de su investidura ha vuelto a controlar su PAN con una imposición que no le pide nada al vetusto PRI.
En educación, en salud, en seguridad pública, en cultura, en turismo, en justicia, en vivienda, en casi todo andamos mal. Lo que hay, como el servicio telefónico o las carreteras de cuota, es cobrado al doble o al triple de lo que cuesta en cualquier otro país. No hay mucho lado para dónde hacerse. Han pasado diez años desde la nevada y al menos a quien esto escribe le parece una década perdida. Pero eso sí: los críticos más feroces de quienes desean un cambio ahora se ensañan contra la Gordillo y la culpan del desastre educativo. Quién los entiende. Por qué no dijeron eso cuando maniobró descaradamente por Calderón. Ahora ya no sirve.