Como
en cualquier lengua viva, en el español entran y salen palabras todo el tiempo.
No es este ingreso y egreso un rasgo que se note de un día para otro, sino un
proceso que transcurre con cierta lentitud. Antes, sin los medios de
comunicación que tenemos hoy, el fenómeno de entrada y salida demandaba
décadas, y hoy podemos apreciar que en lapsos increíblemente cortos una palabra
comienza a ser socializada al grado de que en pocos años, y a veces en pocos
meses, termina siendo aceptada por la mayoría de los hablantes y escribientes.
Los
neologismos más visibles son aquellos que aparecen como palabras totalmente
nuevas. Las más evidentes se relacionan con los inventos, pues es obvio que si
algo no existe y luego es creado, requiere una palabra nueva. Un ejemplo más o
menos viejo sería el de “bolígrafo” (boli, bola, y graphein, escribir,
“bola que escribe”), neologismo ya no tan neo que, si bien usamos algo en
México, no pudo desplazar a “pluma” aunque la escritura ya no se ejerza con una
pluma de ave. En Argentina pasó también que la palabra “esferográfica” de su
primera publicidad no corrió con suerte, pero sí la creada por sus inventores,
Ladislao Biro y Juan Jorge Meyne, de donde salió “birome”, que hoy equivale a “pluma”
o “bolígrafo” en aquel país.
Además
de los neologismos que podemos llamar “plenos”, hay otros a los que se les
denomina “semánticos”, y son aquellas palabras a las que sólo se añade un
significado diferente al ya establecido. Muchos de estos neologismos se
relacionan con las nuevas tecnologías tanto para designar herramientas y
acciones como por la popularidad que ganan gracias al frecuente uso en las
redes. Comparto quince ejemplos.
Aplicación.
Gradualmente va quedando restringido al programa de teléfono celular. “Bajé la
aplicación de mi banco”.
Biblioteca.
Antes de internet, una biblioteca era exclusivamente un lugar en el que se resguardaban
libros. Ahora este significado convive con otro: un sitio donde se guardan
canciones, fotos y a veces también libros digitales. “Tengo diez listas de
canciones en mi biblioteca de Amazon”.
Bizarro.
No sé cuándo, pero la RAE añadió una tercera acepción que es hoy, casi casi, la
única que conocen los muchachos. Este desplazamiento semántico es una pérdida
para el español, que desde antiguo la usó para significar “valiente, generoso,
lúcido, espléndido” y ahora, por influjo del inglés, es lo raro o feo cargado hacia lo grotesco. "El decorado de su casa me parece muy bizarro".
Contenido.
Es leve todavía, pero esta palabra cada vez adquiere más presencia como
sinónimo de asunto vertido al continente de un producto destinado para alguna
red social. “Luisito Comunica produce contenido cada semana”.
Épico.
Ya escribí algo una vez sobre esta palabra que hoy se usa disparatadamente. “Acabo
de tener un desayuno épico”.
Estilista.
Desde hace varios años dejó de ser “maestro del estilo literario” para equivaler,
aunque ya de salida, a “peluquero”.
Historia.
En español esta palabra ha servido para referirnos al estudio del pasado y a
cualquier relato más o menos amplio (“La película cuenta una historia muy
divertida”). Hoy va ganando terreno para designar una pequeña producción
audiovisual. “Subiré una nueva historia a Tik Tok”; tal “historia” pude durar
diez segundos y no contar nada.
Icónico.
Equivale ya a lo que a veces designábamos con las palabras “representativo” y
luego también “emblemático” o simplemente “popular”. Como en el caso de “épico”,
fue jalado de las greñas del inglés al español sin hacer ningún gesto. “Rigo
Tovar es un personaje icónico”.
Narrativa.
Poco a poco su significado mayoritario se ha relacionado con cualquier discurso
emanado de los espacios políticos, y ya no del cuento y la novela como géneros
literarios. “La economía va bien según la narrativa del actual gobierno”. Creo
de paso que la palabra ha adquirido en este contexto un tinte peyorativo, es
decir, narrativa como sinónimo de explicación mentirosa. “La narrativa de las
autoridades sobre el caso Ayotzinapa no ha sido convincente”.
Navegador.
Aunque puede ser sinónimo de “navegante”, “navegador” ha quedado restringida a
la herramienta digital para moverse en internet. “Yo uso Crome como navegador”.
Recuperar.
Ninguna acepción de la RAE se relaciona con el empleo que hoy se le da en el
mundo académico para señalar la fecha en la que se consultó una página web.
“Recuperado el 23 de abril de 2023”, dicen como si antes lo hubieran perdido y
no sólo consultado.
Relato.
Usado casi igual que “narrativa”, es decir, como sinónimo de discurso o
explicación emanados de alguna autoridad. “El relato del alcalde es muy poco
creíble”.
Replicar.
Hoy no es tanto “responder oponiéndose a lo que se dice o manda”, sino copiar
alguna acción o emprendimiento generalmente público. “Replicamos en La Laguna
el programa oaxaqueño de trabajo comunitario”.
Tóxico.
Pasó del entorno de la química al de las relaciones humanas, y ahora se usa más
en este contexto. Es mayoritario su uso como sustantivo femenino, ya no como
adjetivo y casi siempre en tono zumbón. “No voy con mis amigos por culpa de la tóxica”.
Virus.
Igual, pasó del diccionario científico al digital. “Un virus me jodió la
laptop”. Del sustantivo pasó a generar el chistoso verbo “envirular”.