Caminaba en el centro histórico de Querétaro con mis
colegas escritores Ricardo Vigueras, Elpidia Carrillo y José Juan Aboytia y
vimos una librería de viejo llamada El Tragaluz. Pequeña, apretada de libros,
apenas daba margen para caminar y ver entrepaños. Muchos de los ejemplares eran
contenidos en bolsitas de plástico para protegerlos, supongo, de la humedad y
el polvo. Vi la edición de La tregua, de Benedetti, publicada en México
por la editorial Nueva Imagen. Pensé en llevármela, pero no lo hice porque ya tengo
esa novela en dos versiones, una de ellas casi la primera edición. Elpidia la tomó,
y poco después escribió en su Facebook: “En el hotel, al abrir la bolsa donde estaba bien conservada, descubrimos
la firma del poeta”.
Tres semanas después, en Durango, caí en la librería de viejo Alfarabía
(sic). Luego de una de mis visitas a ese espacio, escribí esto: en la
ida de la tarde al Museo Regional Ángel Rodríguez Solórzano, sede del Encuentro
de Escritores José Revueltas 2023, en Durango, volví a incursionar en la
librería de viejo que me queda de pasada, y ahora pesqué otro libro de hechura
no reciente. Es la segunda impresión (1984) de la primera edición mexicana
(1983) de Final del juego, tal vez el libro de Cortázar que más me
gusta. Este libro ya lo tengo, lo compré nuevo hace cuarenta años, y lo usé
mucho en mis clases de cuento. Desgraciadamente una vez lo presté (recuerdo a
quién, pero no importa) y cuando me lo regresaron tenía una de las peores
lastimaduras que puede sufrir un libro: lo habían mojado, como que le tiraron
encima un vaso de agua. Así, con las hojas onduladas, la marca como de cicatriz
en muchas de sus páginas y a sabiendas de que odio los libros mojados aunque
estén ya secos, lo recibí y lo conservé hasta la fecha, casi como un fetiche de
mi primer deslumbramiento ante Cortázar. Hoy lo reencontré intacto, sólo con el
papel un poco más amarillento. Otra vez lucía ante mí, impecable, la hermosa
portada con un cuadro de Remedios Varo y todos sus cuentos sin mácula de
accidentales líquidos. La edición es perfecta, de Nueva Imagen, editorial que
creo fundó Saltiel Alatriste antes de pasar a Alfaguara y luego caer en desgracia.
Hay otros dos detalles que deseo resaltar: que la primera edición de Final
del juego es de Sudamericana y fue publicada en el año de mi nacimiento,
1964, que también tengo. Y el otro detalle es que allí aparecen cuentos ya
legendarios como “Continuidad de los parques”, “Axolotl”, “La noche boca
arriba” y por supuesto “Final del juego”. Me costó cien pesos, como claramente
se ve en el pegotito con el precio que innecesariamente le infligieron a la
portada.
Puedo suponer que fue una especie de premio de consolación.