Lo
vi a finales de los noventa en el ya demolido estadio Corona de Torreón. Fue en
un partido de visitante, venía con los Tiburones Rojos de Veracruz a jugar contra
el Santos Laguna. Supongo que ya había pasado su mejor momento, pero no estoy
seguro, pues su retiro se dio en 2009, casi al cerrar la primera década del
siglo. Me estoy refiriendo a René Higuita (Medellín, Colombia, 1966), personaje
del que recién vi el documental que le hizo Netflix, género que prefiero por
mucho frente a las llamadas biopics.
El
título del producto audiovisual es elocuente para los aficionados: Higuita. El camino del escorpión (Luis
Ara, 2023). Alude, claro, a uno de los momentos más famosos del futbol mundial,
aquel en el que el colombiano ejecutó, sin mácula, la muy difícil jugada cuyo
nombre es “el escorpión”. La hizo en Wembley, en un amistoso frente a
Inglaterra, y por supuesto es abordada en el documental.
Asimismo,
el trabajo recorre la vida del portero colombiano, su pobreza y su orfandad, su
voluntad, su peculiaridad como portero anotador de goles, el loco futbol que
propuso como arquero que no dudaba en salir de su área para elevar la
taquicardia de los aficionados incluso con el riesgo de toparse contra enemigos
que, como Roger Milla, podían despedazarlo. Fue, en su papel de guardameta, un
adelantado, y se dice que se debe a él un cambio de regla en el futbol:
castigar con falta al portero que recibe con las manos el balón deliberado de
un compañero. Higuita demostró que el arquero podía/debía jugar también con los
pies, de ahí la modificación al reglamento.
Lo
más atractivo del documental no está, sin embargo, en sus referencias al futbol,
sino en el contexto dentro del cual se movió Higuita: el de la Colombia
hiperviolenta de los ochenta y noventa, el de la presencia del narcotráfico que
tuvo como cima a Pablo Escobar Gaviria, la Colombia de la extorsión, los
secuestros y la muerte en cantidades industriales.
Para quienes gustan del futbol mezclado con ingredientes sociales y políticos, Higuita. El camino del escorpión es un buen platillo; el oído, la mirada y el entendimiento salen complacidos de este paseo por el futbol y la realidad de un país que ha sufrido mucho pero allí sigue, fuerte y caminando como René Higuita.