Ya
hace algunos años sancoché una columna con este mismo tema: el de las falsas
atribuciones literarias. Son cada vez más frecuentes y no hay poder humano que
las detenga, y menos con las redes sociales a la mano, lo que para muchos es
como tener disponible una AK-47 cuyo único empleo es disparar falacias hacia
todos lados. Comento un caso de falsa atribución que recién me topé en las zahúrdas
de la comunicación actual a las que solemos llamar “redes”.
Lo
primero que jaló mi atención fue el título: “Excelente escrito de Gabriel
García Márquez”. Fuera del mundillo literario, es al menos raro llamar
“escrito” a cualquier texto que seguramente responde a un género específico
(poema, cuento, crónica…). Leer de nuevo que el “escrito” era de GGM me puso en
guardia, y no me equivoqué. Organizado en “versos”, comienza así: “Si te atrae
una mujer / por la talla de su pecho, / por su cintura o por sus caderas, / te estás
equivocando”. Una mínima instrucción literaria permite ver, sin ninguna
dificultad, el tono chafa del texto, su catadura de poesía menos que elemental,
su mirada embusteramente solidaria. Continúa: “Si lo que más valoras / en ellas
son los rasgos de su cara / el color de sus ojos, / la longitud de sus piernas
/ o como se ve con minifalda / te sigues equivocando”. No mejora, no se eleva,
sigue a ras de suelo, y allí se queda, así que está de más proseguir.
Pensé lo de siempre: GGM no escribió poesía, y si lo hubiera hecho es muy difícil imaginarlo con ese tono de poema de almanaque, edulcorado y “con mensaje”. Estaba a punto de abandonar el asunto cuando de reojo vi los comentarios. Todos eran elogiosos, una catarata de aplausos a lo bonito del poema, la demostración más acabada del mal gusto triunfante. De esa manera llegué a un comentario que me desconcertó: “El texto no es del colombiano. Es demasiado bueno para ser de García Márquez”. Las primeras seis palabras estuvieron a punto de renovar mi fe en la humanidad, pues decían la verdad: “El texto no es del colombiano”. Lo malo fue la segunda afirmación: “Es demasiado bueno para ser de García Márquez”. Parecía la opinión más centrada, la más sensata, la más informada, pero terminó siendo la peor, la más próxima al desastre.